Hay palabras que se van cerrando
como bares viejos comprados
para abrir zapaterías.
Palabras que nunca más pronunciaré
con naturalidad. Palabras que
para siempre sólo serán citas.
Nunca viví por dentro la palabra
abuelo. Abuelo era el título de un
cuento
escrito en otro idioma.
Madre fue una palabra temida y
adorada
un tótem levantado en medio de La
Mancha.
Padre era un pasillo en el que
nunca
me detuve por mucho tiempo.
Palabras cerradas.
Juguetes de la infancia que ya
no se fabrican.
Vuestras manos:
que tiraron de
una mula
que recogieron
la leña
y que curaron
heridas
que remendaron
sus ropas
que pusieron
inyecciones
y que pagaron
facturas
que firmaron
hipotecas
que removieron
las gachas
y levantaron del
suelo
a los hijos, que
perdieron
guerras y se
retorcieron
a causa de la
artrosis.
Vuestra manos:
que debieron
entender
tan poco de este
mundo
que ya no las
necesitaba.
A veces las veo
en otros
como si fueran
un préstamo
como si no se resignaran
a dejar de ser
ya útiles.
Vuestras manos:
algún día
colgarán
de mis brazos.
Ana Pérez Cañamares. Las sumas y los restos. Ed. Devenir. 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario