Para finalizar recordemos que enfrente de los enemigos de la tierra, de estas corporaciones transnacionales y sus políticos tenemos al hombre común que vive, trabaja, (y)erra y se consuela únicamente con la música, la poesía y el amor (y la televisión). Ese hombre anónimo es el único capaz de organizarse y rebelarse contra la muerte que nos gobierna. ¿Cómo podemos revertir los daños causados o no producir más daños? Me atrevo a proponer algunos procesos basados en una ideología política basada en el decrecimiento:
El uso energético y la alimentación deben basarse en el sol: por tanto la agricultura debe volver a ser la base de nuestra sociedad., debe volver al importante lugar que le corresponde. En la medida de lo posible la ganadería será solo un complemento local y si comemos poca o ninguna carne será mucho mejor para el planeta. Hay que volver a la vida rural y abandonar las megalópolis.
Primacía de la vida social sobre la vida económica y por tanto hay que fomentar un ocio creativo puesto que tenemos tiempo para trabajar mucho menos repartiendo el trabajo y trabajando sin destruir.
Establecimiento de una renta básica ciudadana que se define un ingreso mínimo que cubra, al menos, la necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. Derecho universal y real a la vivienda.
Democracia directa y autogestión. Sabemos que cuando los individuos se implica en la gestión de su medio natural, de su propia alimentación y de otras actividades se producen mejoras en la salud ambiental y de las personas. Esta salud se puede alcanzar por una sobriedad y sencillez voluntarias, no utilizando ni derrochando más recursos que los necesarios.
Educación lenta, comida lenta, vida lenta
Frente al lucro del capital la lógica del don, el regalo y la gratuidad
Y como base para respetar el planeta imitar sus ciclos naturales cosas que hicimos no hace tanto tiempo, unos 10.000 años, cuando éramos cazadores-recolectores como los yanomamis. Y el mayor respeto por el mayor de los ciclos (el del carbono) es gestionar adecuadamente los transportes a motor, de manera que sean penalizados (e incluso abandonados) los vehículos individuales y se potencien los transportes colectivos y por supuesto volver a utilizar la tracción animal y/o humana, es decir, la bicicleta como redentora el mundo (Riechmann, 2003, 2006, 2012).
Termino con unas palabras de Antonio Orihuela sobre capitalismo y decrecimiento:
«Efectivamente el temible Apocalipsis del fin de mundo se elije, en realidad lo hemos estado consintiendo con nuestra forma suicida de vida, pero también es verdad que cada vez más gente está despertando de la gran mentira de eso que se llamó clase media, rompiendo con las estrategias del autoengaño, la desconexión, la pasividad y la degradación moral que propició la cultura de nuevos ricos en la España de estos últimos treinta años. Ahora queda por reconstruirnos como sociedad de la frugalidad y la sostenibilidad; nos queda lo más difícil, decrecer, salir del capitalismo y del patriarcado, pero la consigna no admite dudas, o cambiamos o desapareceremos. La vida buena, hecha de igualdad, cooperación y cuidados hacia los demás y la naturaleza no pasa por el capitalismo. Una vida digna para todos los seres humanos es imposible de alcanzar bajo el capitalismo, porque lo que es bueno para los negocios suele ser letal para las personas. Un sistema basado en el genocidio, la rapiña y la exclusión programados no deberían ser ni por un minuto más, si queremos seguir llamándonos seres humanos, el sistema que nos cobije. Sólo una relación biomimética con la naturaleza puede ayudar a salvarnos. El capitalismo se está autodestruyendo en estos momentos y nuestro deber es impedir que nos lleve por delante. El socialismo y las bicicletas siguen ahí, aunque por poco tiempo más, esperándonos. »
Santiago Aguaded Landero. La alquimia de la Tierra. Universidad de Huelva, 2013.
Contactos y pedidos del libro a:
sallandero@gmail.com
santiago.aguaded@hotmail.com
El uso energético y la alimentación deben basarse en el sol: por tanto la agricultura debe volver a ser la base de nuestra sociedad., debe volver al importante lugar que le corresponde. En la medida de lo posible la ganadería será solo un complemento local y si comemos poca o ninguna carne será mucho mejor para el planeta. Hay que volver a la vida rural y abandonar las megalópolis.
Primacía de la vida social sobre la vida económica y por tanto hay que fomentar un ocio creativo puesto que tenemos tiempo para trabajar mucho menos repartiendo el trabajo y trabajando sin destruir.
Establecimiento de una renta básica ciudadana que se define un ingreso mínimo que cubra, al menos, la necesidades vitales sin que por ello deba contraprestación alguna. Derecho universal y real a la vivienda.
Democracia directa y autogestión. Sabemos que cuando los individuos se implica en la gestión de su medio natural, de su propia alimentación y de otras actividades se producen mejoras en la salud ambiental y de las personas. Esta salud se puede alcanzar por una sobriedad y sencillez voluntarias, no utilizando ni derrochando más recursos que los necesarios.
Educación lenta, comida lenta, vida lenta
Frente al lucro del capital la lógica del don, el regalo y la gratuidad
Y como base para respetar el planeta imitar sus ciclos naturales cosas que hicimos no hace tanto tiempo, unos 10.000 años, cuando éramos cazadores-recolectores como los yanomamis. Y el mayor respeto por el mayor de los ciclos (el del carbono) es gestionar adecuadamente los transportes a motor, de manera que sean penalizados (e incluso abandonados) los vehículos individuales y se potencien los transportes colectivos y por supuesto volver a utilizar la tracción animal y/o humana, es decir, la bicicleta como redentora el mundo (Riechmann, 2003, 2006, 2012).
Termino con unas palabras de Antonio Orihuela sobre capitalismo y decrecimiento:
«Efectivamente el temible Apocalipsis del fin de mundo se elije, en realidad lo hemos estado consintiendo con nuestra forma suicida de vida, pero también es verdad que cada vez más gente está despertando de la gran mentira de eso que se llamó clase media, rompiendo con las estrategias del autoengaño, la desconexión, la pasividad y la degradación moral que propició la cultura de nuevos ricos en la España de estos últimos treinta años. Ahora queda por reconstruirnos como sociedad de la frugalidad y la sostenibilidad; nos queda lo más difícil, decrecer, salir del capitalismo y del patriarcado, pero la consigna no admite dudas, o cambiamos o desapareceremos. La vida buena, hecha de igualdad, cooperación y cuidados hacia los demás y la naturaleza no pasa por el capitalismo. Una vida digna para todos los seres humanos es imposible de alcanzar bajo el capitalismo, porque lo que es bueno para los negocios suele ser letal para las personas. Un sistema basado en el genocidio, la rapiña y la exclusión programados no deberían ser ni por un minuto más, si queremos seguir llamándonos seres humanos, el sistema que nos cobije. Sólo una relación biomimética con la naturaleza puede ayudar a salvarnos. El capitalismo se está autodestruyendo en estos momentos y nuestro deber es impedir que nos lleve por delante. El socialismo y las bicicletas siguen ahí, aunque por poco tiempo más, esperándonos. »
Santiago Aguaded Landero. La alquimia de la Tierra. Universidad de Huelva, 2013.
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santiago.aguaded@hotmail.com
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