Nuestra escala de valores debería
ser:
aire,
agua,
comida,
un entorno en donde vivir
y personas que hagan que la vida
merezca la pena.
Desgraciadamente, nuestra escala
de valores
fluctúa entre el dinero y la
propiedad que, bien mirados,
no son sino papeles de colores y
fuente de preocupaciones,
la base sobre la que se han
cimentado milenios
de ceguera, fanatismo,
infantilismo y estupidez humana,
ficciones que creemos porque así
nos obligaron a hacerlo,
porque los demás se las creen,
y porque por increíble que
parezca
estas ficciones mueven al mundo
y quienes las manejan consiguen
que la gente haga todo lo que
ellos quieran.
Lo único de valor que tenemos es
el cuerpo, la mente
y un breve tiempo para disfrutar
de ambas
y hacer un mundo mejor.
Su valor no debería ser
negociable
porque un segundo de vida no se
puede comprar
ni con todo el dinero del mundo.
Nacemos siendo propietarios de la
riqueza más incalculable,
y decidimos vivir y morir como
vulgares pordioseros.
Cambiamos nuestro tiempo de vida
por papelitos de colores
y dejamos de valorar nuestra
tiempo, nuestro cuerpo, nuestra mente
y después dejamos de valorarnos a
nosotros mismos
y por extensión a todos los demás
que se nos hacen despreciables
porque tampoco se valoran
y son tanto o más esclavos que
nosotros mismos,
y como no valoramos la vida
dejamos de valorar todo lo
esencial para la vida
el aire, el agua, la tierra, la
comida, nuestro entorno
que contaminamos y envenenamos
sin parar
porque no son más que medios para
conseguir papelitos de colores
que lo pueden comprar todo
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