Para Mari Angeles Carrasco
Más allá de los desastres y de las obras maestras,
de asesinos famosos y de bodas reales,
hay un rastro de gestos que el mundo ya ha perdido:
la mujer del cántaro, el escriba sin nombre,
el torpe beso que hubo en la estación de trenes,
los ojos del labriego que pierde la cosecha,
el olor a brea de un puerto tenebroso,
la humilde tienda verde que abría los domingos,
las huellas en la playa audaz de algún verano
o la sombra de unos padres que aún viven en mi infancia.
Perdurarán los discursos escritos en papel moneda,
pero nadie anotará nunca sobre los libros mayores
la fecha del anillo de una novia sin dicha
o la duda que temblaba entre los labios de un hombre
a punto de morir con más pena que gloria.
No levantarán arcos del triunfo en los suburbios obreros
ni crecerán pirámides sobre el balcón de los geranios.
y los alegres escolares no recitarán a coro
el número de veces que nos hemos embriagado.
No habrá ninguna calle que lleve nuestros nombres
porque nosotros sabemos en cual de todas ellas
seguimos estando a punto de ser casi felices.
El peso del mundo es tu cuerpo temblando en mis costumbres.
Juan José Téllez. Las grandes superficies. Ed. Visor, 2010
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