España es un gran país que supo conservar el ardor juvenil a pesar de todos los esfuerzos que hicieron para apagárselo los inquisidores, los parásitos, los Borbones, los caballeros de industria, los pasteleros, los ingleses, los matones, los mercenarios y los chulos blasonados...
[...] El valor, esa virtud histórica del pueblo español, sólo se conserva entre los obreros y campesinos. A la primera señal de peligro, el rey huyó al extranjero. Los generales, héroes de la guerra marroquí, mueren viejos en los lechos caseros. Los patriotas de Cataluña juran que están dispuestos a morir por la patria, pero lo que en realidad hacen es ganar dinero negociando con Madrid. Antes negociaban con Primo de Rivera; ahora negocian con la República. Los periodistas organizan en los cafés conspiraciones inofensivas, pero ponen a salvo la pelleja, asegurándose con buenas relaciones. Sólo los obreros y los campesinos saben morir. Los fusilaba la guardia civil del rey. Los sigue fusilando la guardia civil de la República.
Ilya Ehrenburg. España, república de trabajadores. Ed. Melusina, 2008
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