Adicción

No había cumplido los quince 

cuando la probé por primera vez.

Un colega de mi barrio

un poco mayor que yo

me la ofreció en el parque

donde nos reuníamos

por las tardes.

Prueba esto, me dijo,

es como acariciar el cielo

con las yemas de las dedos.

Al principio fue brutal.

Nos juntábamos en su casa

lejos de miradas indiscretas

después del instituto

y nos pasábamos allí

las horas muertas

consumiéndola

degustándola

saboreándola

mientras escuchábamos discos

de Lou reed,

de David Bowie

de Jimi Hendrix.

Las primeras dosis

me transportaron

a mundos lejanos

de palabras extrañas

y significados recónditos

universos apenas adivinados

unos meses antes

que jamás pensé que existirían.

Al poco tiempo me di cuenta

de que cada vez necesitaba más

de más calidad, de más pureza.

No me importaba su país de origen:

española, francesa, inglesa,

de cualquier zona de América

me servía.

Y así fueron pasando los años.

Y ahí sigo

con mi adicción a cuestas

enganchado hasta las trancas

incapaz de alejarme de ella

de la dulce

enigmática

hipnótica

poderosa

sublime

combativa

Poesía. 


Rafael Calero Palma.