Concede primero garantías de impunidad,
inventa para la matanza luego un nombre prestigioso
(justicia, o quizás patria, o quizás Dios)
reparte uniformes, grados, insignias,
cosas de hojalata o peltre,
que brillen mucho;
canta himnos,
enumera afrentas,
aunque sean imaginarias,
a nadie le importa la exactitud de las cosas
(la verdad es mentira; o, si no, puede serlo).
Haz todo eso y algunas cosas más,
no muchas más.
Verás entonces surgir a la bestia humana,
ridícula, altanera,
engalanada de soberbia y asco,
vertiendo la sangre de otros y apestando la tierra.
Pedro Saéz Serrano. Las dudas del francotirador. Ed. Calumnia, 2018
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