Tú me dijiste que el amor era una manzana
que se come en soledad, un derroche
que convierte al que ama
en un mendigo incómodo, molesto,
fastidioso en cualquier dirección,
y un amor así no es refugio, ni universo
ni consuelo.
Tú me dijiste que el amor era un centinela
pero nadie me espera,
todas las vírgenes están dormidas,
todas las lámparas están apagadas,
lo mismo da este camino que aquel
porque nadie viene,
la pasión de uno en uno se consume,
la lengua de fuego solo arde en mi boca,
la jaula solo a mí me contiene.
Tú me dijiste que el amor era una roca,
un sol de patio, un marco sin puerta,
un pulso que se acelera hasta que sientes
doler la sangre recorriendo las venas,
pero el amor también me parece
un llenar los bolsillos de piedras,
un batir de manos en la ventisca
y solo encontrar que vuelven llenas de hielo,
ventana ciega en la muda pared,
hogar donde se ahogan los días en la blanca rutina,
falsa joya, pasto que arde para nadie
ensuciando la tierra,
sí, el amor es esperar a que el llanto se vuelva
tinta
porque este es el absurdo sudario del poeta.
Tú me dijiste que el amor no hace prisioneros,
que muerde lo que desconoce,
que duele,
tú me dijiste que el amor duele,
sí, es verdad, duele,
pero no lo suficiente
y solo a uno.
Sólo el promiscuo sudor
ResponderEliminar(a veces frío)
supo responder.
Paz y poesía. Día primero de enero en la noche. Finalmente.
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