LA ALEGRÍA EN UN TROZO DE PAN
En tu
sangre, hijo, convive
la alegría
de un trozo de pan,
el calor
del horno de adobe,
una vieja
estancia de humo y ceniza,
las
historias que se cuentan distintas
según sea
la estación.
También
todo el dolor
de las
muertes tempranas.
En tu
sangre, como antes en la mía,
ahora que
no hay hombre que me separe
del orden
de la muerte, esta antigua tristeza
se sienta a
charlar muy despacio,
con
nuestras ganas de vivir.
EL CORAZÓN DE LUZ
Hay en la
palabra un corazón de luz,
lo sabe
T.S. Eliot.
El corazón
de luz es el presente
depositado
con la discreción
de todos
nuestros muertos, con cautela
por los
olvidados, las voces mudas
que siempre
callan en los documentos.
No hay
corazón de luz en los registros,
está
borrado por la tinta oscura
de la pluma
grave del escribano.
Sabemos,
sin embargo, que durante
el tiempo
que las palabras se escribían
en el frío
relato de sus sucesos,
el silencio
que guardaban quemaba
de luz:
tanto amor entregado en vida
incendia
estas voces. A nosotros
corresponde
usarlas con el cuidado
que merece
el poema, en su memoria.
EL SOL HELADO
Es el
oriente por donde marchan las hijas a servir
a las casas
de los hombres de manos blancas,
es al oeste
donde queda madre, sin beso,
en la casa
del hombre que reza el jornal
que llegue
al amanecer, que espera el fin de la noche
con la
botella vacía. Por eso, hija, pide el beso
que no
llevó al ocaso cansado en la habitación
de la
buhardilla. Por eso, madre, mira a la mañana
fría por
donde sale un sol helado y cruel.
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