10.
Yo estuve en la primer Gran Matanza
que no aparece en los libros
¡mis hijos jugaban en charcos
de sangre de cocodrilo!
Batallas de Lepanto, níquel, o plomo.
Galpones donde se fragua el enrejado del ojo
fábricas que golpean el corazón de una vaca.
¡Cómo nos cuesta lo leve,
la mano desnuda que alcanza
los grandes telares del alma!
Así hinqué mis garras
tajeé cornisas
donde el mundo es
allá lejos
y uno mira
tosiendo la existencia.
Eludí
día tras día
a las grandes aves que cantan
con lunas en los ojos y alas.
Aboné cañaverales con cuerpos
disparé
en el corazón
certísimo de la vida.
Filamento inmutable de las pupilas
tanza con la que pescar la luz:
danos la voz aguda de la justicia
déjanos saltando entre los trapecios del sueño
o al borde de un alífero verso.
Acrisolados en bellezas imposibles
en colérica sangre ahogados
déjanos la caída mientras despierte
la Tierra con su Ejército de Lilas.
14.
Llueve en el litoral de la inocencia.
Un desplumar de agua advierte las alas:
crepita la ceguera como un mundo sombrío
de lunas y de astas fundidas en el lodo
de acero las palabras, de plomo, incineradas.
Paraíso perdido
cuelgan los ríos
como un racimo del cielo lanzado a bestias
que ladran tragándose el abismo
y se agitan como el hambre entre las frías sabanas
de una orgía de fiebre
de una caza de lirios.
Se ahoga en las ventanas
como una llama cosida
la luz de las luciérnagas molidas en los bancos
y un gallo canta dentro del sueño.
16.
Es como bañarse en la luna
y salir a secarse en los ojos
esta existencia mía
en todo derramada
y es como un silbido
en lo hondo del bosque
mi corazón de corteza
su fervor de guarida
¿Es posible
aún
la inocencia?
22.
¿Pero desde dónde mirar,
desde qué profanación de azules
qué promontorio de vastedades
podríamos comprender
las fatales
las sublimes
vicisitudes del destino
este existir telúrico
al fin
este Gran Sueño?
La llanura de la no existencia
Redimir
tragarse hasta el hueso del silencio
volcar en una curva del tiempo
estar a salvo
en una carretera desierta.
No es mío el dolor
pues todos
caemos arrollados por laderas
o encontramos
entre rastrojos
algún silencio que nos quema.
No es mío el amor
pues todos
consagramos el mundo en otros ojos
o nos mecemos el sueño en otros brazos.
Si todo nos excede
si todo nos engendra
¿por qué no erosionar los límites
y volatilizarnos en el fuego?
Si nos desasimos
¿quién somos?
o
¿qué?
Sobre la autora
Amanda Eznab es una poeta española nacida en Sitges, España, en 1993.
Sus poemas han sido publicados en diversas antologías y revistas de España, Argentina y Portugal.
Ha publicado los poemarios La placenta del mundo (Amargord Ediciones, 2019) y Sonatas y naufragios (Buenos Aires Poetry, 2022).
Actualmente reside en la amazonia brasilera.
Fotografía de Ricard Terré
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