Durruti decía que él no era español, que él era mecánico
Emilio Santiago Muiño
con Esteban Vidal
En el verano de 2011
los políticos catalanes
tuvieron que entrar al parlamento
en helicóptero,
las movilizaciones populares
pusieron cerco a la Generalitat
como forma de denunciar a la casta política,
sus privilegios, su distanciamiento
de los problemas de la gente,
y la corrupción que minaba
todo el entramado institucional.
Los Mossos reprimieron sin compasión
a los manifestantes, dejando
treinta y tres heridos
y veinte detenidos a los que se les pidió
ocho años de cárcel
y multas de cientos de miles de euros.
Seis años después,
los que eran repudiados por el pueblo
al grito de “Ningú ens representa”
y considerados mercenarios del poder,
se han convertido en héroes,
y las instituciones que se rechazaban,
reivindicadas al tiempo que se vitorea a los Mossos.
La explicación de este cambio se llama Procés,
y consiste en darle a todo una mano de pintura
a base de emoción, sentimiento, lengua y cultura
con los que revalorizar unas instituciones
y a unos políticos que habían perdido toda credibilidad
y prestigio.
Es el milagro del nacionalismo, que se come
toda posibilidad de crítica,
refuerza a las élites, y permite algo insólito,
la colaboración entre clases
que hace factible que los trabajadores
abracen a sus explotadores,
muestren adhesión a sus opresores
y aplaudan a las instituciones que legitiman su sumisión.
Mientras los políticos españoles y los políticos catalanes
saben que todo es fruto de una farsa,
la escenificación de un sainete
en el que acaban entendiéndose
y hasta durmiendo en la misma cama,
la población mantendrá una patética y lamentable división,
pues ha creído a pie juntillas
la confrontación teatralizada por los de arriba.
La brecha que se cierra por arriba
se abre por abajo,
pues la culpa de todos los males
ha sido orientada hacia otros oprimidos
que no por ser españoles son menos oprimidos
que los hoy obnubilados oprimidos catalanes,
convencidos por sus pintores de brocha gorda,
a base de patria, identidad, bandera, lengua y enemigo,
de que con cambiar el color de la opresión
la opresión del Estado desaparece.
Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Poesía completa (2014 -2019)
Pues sí, así descrito, el Procés de Catalunya es un engaño. (Bueno, y también lo es el mundo... A esa misma conclusión, refinada por retóricas sutiles ya llegaron las escuelas filosóficas más antiguas de la humanidad). Pero hay hechos objetivos relevantes que omites, por ejemplo, que el impulso independentista arraigó y creció de forma exponencial en todos los rangos de edad y en todo el espectro político, después de que el Tribunal Constitucional recortara de forma aberrante el Estatut. Ah, y desde el punto de vista jurídico, aunque lo hicieron, mi opinión es que, INCLUSO CON LA CONSTITUCIÓN EN LA MANO, no se puede impedir a Catalunya ejercer el derecho a decidir mediante un referéndum. Del Art.155 y del juicio, ni hablo. Ya lo hará Estrasburgo.
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