1
Aquel
portugués, de tanto oír en todas partes conferencias y lecciones modernas sobre
de lo que se debería arrepentir, consideró dejar de hablar con su abuelo. Pero
no lo hizo porque mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE
PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:
En
cuanto cae un Imperio, vendrá otro.
Todos
serán para salvación del Pueblo
y para
la redención de nuestras almas.
Lo que
viniere, entre charangas,
traerá
al Verdadero Dios
y
siempre mucho Progreso,
más
Constitución y menos aire que se respire.
Ahora
vivimos en el
Imperio
de la Plena Estupidez.
Tenemos
que memorizar que nuestros padres eran bestias,
racistas
y canallas,
nuestros
bisabuelos gente a sacrificar,
la Historia
una fosa pestilente.
El
Nuevo Imperio ha de taparla, para ahorrarnos su mal olor.
El
Nuevo Imperio estará compuesto de Sabios
que no
saben ninguna cosa,
pero
oyeron decir.
Ahora
tenemos que saber las Palabras Ciertas,
pues no
todas son admitidas.
Un hombre
―o una mujer―
que no
sepa las Palabras Ciertas,
es como
un pobre diablo que no tiene
una
cuenta seria en el Banco.
Acabará
solitario bajo un puente.
La gran
sorpresa, tanto para aquel portugués que consideró dejar de hablar con su
abuelo, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había
sido publicado.
Ni
siquiera escrito.
2
Cierto
militante de cierto partido, convocado a votar en cierto debate sobre la necesidad
de establecer cuotas y más cuotas para hacer entrar a las mujeres en la
política, mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR,
de Fernando Cabrita, lo siguiente:
Golda
Meir al frente de Israel y el problema palestino dejó de existir.
Indira
Ghandi gobernando la India y el hambre de millones desapareció.
Margaret
Thatcher conduciendo Gran Bretaña y la política se volvió más
dúctil,
ni los hombres de la recogida de la basura sintieron la necesidad de ir a
la
huelga, y estrictamente hablando la Guerra de las Malvinas no existió.
Hillary
Clinton en el gobierno de los Estados Unidos y ningún país soberano
fue
invadido ―bueno, tal vez Libia―.
Imelda
Marcos al frente del gobierno de Manila y ni un céntimo salió de los
cofres
de la Nación.
Damares
Alves ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos del
gobierno
Bolsonaro y la desigualdad económica desapareció rápidamente de
Brasil.
Christine
Lagarde en el FMI y ninguna deuda más nos fue cobrada, y la leche
y la
miel corrieron por las calles donde antes corría el interés.
Laura
Chinchilla gobernando Costa Rica y el fundamentalismo religioso y la
homofobia
se evaporaron en un instante.
Ilse
Koch conduciendo los destinos de Buchenwald y los prisioneros
disputarían
por entrar allí.
Por eso
proclamo las exigencias del feminismo radical: más mujeres en los
puestos
de mando.
Ya no
es preciso cambiar los regímenes; basta traer más mujeres a la política
―y el
cielo brillará para todos nosotros―.
La gran
sorpresa, tanto para el militante, como para el autor, fue cuando comprobaron
que el libro aún no había sido publicado.
Ni
siquiera escrito.
3
Un
señor muy conservador y que mucho gustaba de decir cosas sensatas, comentó
nostálgicamente con un amigo: ―¡Las cosas ahora no son como en mi tiempo!
Pero
mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de
Fernando Cabrita, lo siguiente:
ANTES y
DESPUÉS
En
solamente 10 días, Antonio perdió 18 kilos y hoy viste ropas con 4 tallas
menos.
En
solamente 10 días, Antonio perdió el empleo y la casa y hoy vive a 4
peldaños
bajo un puente.
Salvemos
el Planeta.
Salvemos
los Bancos.
La
religión es el opio del pueblo.
Tenemos
que aceptar todas las religiones, incluso las que nos matan. Por
respeto al
multiculturalismo.
All you
need is love.
All you
need is litio.
El
universo está en expansión, como demuestra la Ciencia.
La
Tierra es plana. Es mi opinión y la tienen que respetar porque es tan válida
como
las otras.
¡Proletarios
del mundo, uníos!
¡Banqueros del
mundo, cartelizaos!
Sous les pavés,
la plage!
Sous les pavés,
le pétrole!
¡Adelante
Camarada, y el sol brillará para todos nosotros!
¡Un
Cornetto para mí, un Cornetto para ti, y la vida sonríe!
Acceso
libre a la información.
Secreto
de Estado. Secreto Fiscal. Secreto empresarial. Secreto negocial.
Secreto
de Justicia. Secreto policial.
Libertad,
ya.
Seguridad,
ya.
¿Estás
embarazada? ¿Y ya sabes si es niño o niña?
¿Estás
embarazada? ¿Y ya sabes el género de la criatura?
La gran
sorpresa, tanto para el señor muy conservador y que mucho gustabade decir cosas
sensatas, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había
sido publicado.
Ni
siquiera escrito.
4
Un buen
señor, muy amante de la autoridad, burgués por los cuatro costados, muy devoto
de la santa madre iglesia, pero que gustaba de que lo tuviesen por moderno y
actualizado en pensamiento (no tanto en acción…), y que por estar ahora de moda
leer a Pessoa también lo leyó, se sintió ofendido al descubrir en la poesía
cosas fuera de la nueva manera de pensar. Cosas no correctas para quien se rige
por concepciones modernas bien de acuerdo con los nuevos tiempos. Y luego pensó
denunciar la cosa a quien correspondiera. Pero mientras tanto leyó, en EL LIBRO
DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:
CARTA
RESERVADA DE UN BUEN CIUDADANO POLÍTICA Y
ACTIVAMENTE
CORRECTO AL GRAN CENSOR DE LOS DÍAS QUE CORREN
(PARA
QUE LA MORAL NO COLAPSE Y LAS COSTUMBRES NO SE RELAJEN)
¡Gran
Censor!
¡Excelencia!
¡Señor!
Si a
Vuestra Prominencia me dirijo,
en
Vuestra Persona me dirijo también
a todos
los pequeñitos y medios censores,
a los
familiares del Santo Lenguaje,
a los
oficiales de la Neolengua Limpia y Sin Pecado
y a los
ciudadanos reeducados
que ya
aprendieron a rechazar las palabras
que no
pueden ser dichas,
es
porque me siento obligado,
por el
bien del saneamiento moral y cívico de la sociedad,
a
denunciar ante Vuestra Prominencia
el
crimen que vengo de constatar.
Un tal
Fernando Pessoa,
que se
sabe también usa diversos nombres falsos,
quizá
para mejor desviar de sí la atención de las autoridades
―y de
esa forma continuar corrompiendo
la
recta forma de expresión de nuestra juventud―,
dejó
escritas en poesías que llegó a publicar,
alevosías
de extrema inclinación racista y xenófoba.
Dice
que vio a Jesús niño descender a la Tierra, y cito:
“[…] En
el cielo tenía que estar siempre serio / Y de vez en cuando tornarse
otra
vez hombre / Y subir para la cruz, y estar siempre muriéndose / Con una
corona
toda rodeada de espinos / Y los pies clavados por un clavo con
cabeza,
/ Y hasta con un trapo rodeándole la cintura / Como los negros en las
ilustraciones”.
¡Como
los negros!
Y dice
más adelante el bribón,
que
firma por Alberto Caeiro,
que ese
pequeño bribón:
“[…] Y
huye llorando y gritando por los perros. / Y, porque sabe que a ellas
no les
gusta/ Y que a todos les hace gracia, / Corre detrás de las muchachas /
Que van
en grupo por los caminos / Con tinas de agua en las cabezas / Y les
levanta
las faldas”.!!!
Más
aún, Gran Censor:
En otro
escrito dice ―por otro nombre falso― semejante atrocidad:
“[…] Y
no quedara siempre enfrente la tabaquería de enfrente, / Pisoteando
la
conciencia de estar existiendo, / Como un tapete en el que un borracho
tropieza
/ O una alfombra que los gitanos robaron…”.!!!
Además
el bribón fuma, Gran Censor;
y se permite
tales peroratas racistas, xenófobas y machistas,
y
encima describe escenas de asedio a las muchachas.
Por
eso, Vuestra Prominencia, dejo alerta y denuncia.
Y
encarecidamente solicito:
¡Higienizad
la Patria!
¡Aislad
al simio!
¡Privad
al malvado del derecho a la edición!
¡Excluidlo
del contacto con las personas de bien
y de
los que ya se rigen por el Nuevo Lenguaje Depurado!
¡Enviadlo
bajo escolta a un Campo de Reeducación!
¡TODO
por una Patria Pura y Moderna
dentro de l’air
du temps! De
Vuestra Prominencia atentamente.
Grato y
reverente,
continuaré
buscando en los escritos viles del malhechor.
Indagaré
en otros pasajes de igual calibre;
y
averiguaré, Señor,
averiguaré,
si hay
estatua del sujeto.
Para
que la podamos derribar.
La gran
sorpresa, tanto para el buen señor muy amante de la autoridad, burgués por los
cuatro costados, muy devoto de la santa madre iglesia, pero que gustaba de que
lo tuviesen por moderno y actualizado en pensamiento (no tanto en acción…),
como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no había sido
publicado.
Ni
siquiera escrito.
5
Un
artista que quería ser reconocido ―y, de paso, subvencionado, pues lo que abunda
no anula―, estudió escribir una biografía amable de un señor ministro, o la
hagiografía de un gobierno entero, solo con cosas que dieran lustre.
Pero
mientras tanto leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de
Fernando Cabrita, lo siguiente:
LA DUDA
DEL ARTISTA QUE QUIERE SER ARTISTA OFICIAL
Iré a
la Corte a destronar al otro bufón
Ningún flic
flac mejor que el mío se verá en los
salones del Reino.
Ya
canté Dios Patria Autoridad.
Ya
celebré todos los modismos,
Todas
las novedades.
Compuse
loas y barcarolas a Sus Excelencias,
golpeé
en el pecho todas las solidaridades a quien manda.
Diré en
adelante todas y todos y todos y todas.
Ninguna
palabra que se declare incorrecta
saldrá
más de mi boca.
Que el
Rey lo ordene y rebuznaré.
Ya
celebré incluso los Poderes de las diversas Cortes Europeas.
Cantaré
todas las Órdenes todas las Disciplinas todas las Universidades.
Cantaré
a la Reina e incluso a los Infantes e Infantas.
¿A
quién más podré cantar?
La gran
sorpresa, tanto para el artista que quería ser reconocido ―y, de paso, subvencionado,
pues lo que abunda no anula―, como para el autor, fue cuando comprobaron que el
libro aún no había sido publicado.
Ni
siquiera escrito.
6
Una
señora que abominaba la lectura, pero gustaba de pasar por entendida, desconocía
por eso el contenido de cada libro. Así, para nunca dejar de parecer culta,
opinaba según lo que oyese a los otros decir sobre tal libro o tal autor.
Atenta a los maravillosos tiempos que corren, oyó hablar de un libro sobre el
cual curiosamente nadie omitía opinión, fuese buena, fuese mala. Intrigada,
decidió por primera vez arriesgarse a leer un libro.
Ahora
bien, tal libro, creo que ya lo habréis adivinado, era ni más ni menos que EL
LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita. Y es que allí
estaba lo siguiente:
DISCURSO
DE LA LECTORA QUE NO LEE ―NI QUIERE LEER―,
PERO
OYE DECIR
Nada
leeré de Elliot. En la televisión oí decir
que la
mujer estuvo enferma y él la maltrató.
Tampoco
de Camões. Un mujeriego que usaba palabras tan reprobables como
estas:
Verán a
los cafres, toscos y avaros, quitarle los vestidos a la bella dama.
Tampoco
quiero leer nada escrito por Ezra Pound.
Dicen
que estaba del lado de los italianos en la Segunda Guerra Mundial.
¿Y
Karen Blixen, esa colonialista, jactándose, por lo que me dicen, de haber
tenido
una finca en África?
¡Lejos
de mí leerla!
Aquilino,
me dicen ahora, cuando escribió sobre los reyezuelos de Etiopía,
usó la
expresión reinado negro.
Dice
una entendida que en Los Maia, Eça de Queirós reveló su racismo.
Hoy me
hablaron de un tal Dante y de una Comedia que escribió. Pero dicen
unas
señoras de la Universidad, que él tal vez hasta pegaba a Beatriz.
¡Acabemos
con esto!
Divulguemos
lo que nos dicen los críticos atentos.
Hay que
romper esas páginas, reescribir esas líneas.
Hay que
borrar de los libros la ponzoña que allí dejaron.
No
queramos ser influenciados por estos espíritus insalubres.
Y
ahora, hija, enciende la televisión, que va a comenzar el programa de
Cristina
Ferreira.
La gran
sorpresa, tanto para la señora que abominaba la lectura, pero gustaba de pasar
por entendida, como para el autor, fue cuando comprobaron que el libro aún no
había sido publicado. Ni siquiera escrito.
Quizá
fuese por eso que nadie, sobre él, omitía opinión, fuese buena, fuese mala.
7
Un
caballero natural de Maricá, hombre de buenos sentimientos y de sólidos teneres
y haberes, muy de derechas y muy señor de su nariz, oyó en canción un poema de
Chico Buarque, sobre la situación social de Brasil, poema cuyo estribillo
decía:
Aquí en
la tierra, están jugando al fútbol.
Tiene
mucha samba, mucho aguardiente y rocanrol.
Unos
días llueve, otros días brilla el sol.
Pero lo
que yo quiero es decirte que la cosa aquí está negra.
Irritado
con la prosapia del cantante, resolvió en contestación escribir él mismo un
poema de respuesta, donde el estribillo diría:
Lo que yo quiero es decirte que no, la cosa aquí no está negra.
No
obstante, desistió del intento. Y es que mientras tanto leyó, en EL LIBRODE LAS
COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando Cabrita, lo siguiente:
Un
escritor ―peor, un poeta―,
escribió
un poema sobre la lágrima de una negra.
No le
encontró vestigios de odio.
Agua
(casi todo)
y
cloruro de sodio.
Un
maestro, de esos semianalfabetos
que
firman con el dedo ―dos huellas,
una
para el nombre y otra antes, para Doctor―,
descubrió
en el poema la palabra negra.
¡Abrenuncio!
La
eugenesia social se puso en marcha.
Se
queman páginas a hoguera viva
porque
aún no se puede quemar al hombre.
El
poeta ―¡el estafador!― va a bajar del canon
a la
cueva oscura.
En la
sociedad nueva del Hombre NUEVO
―¡y de
la Mujer NUEVA, claro!―,
ningún
libro, fuera cuando fuera que lo escribiesen,
podrá
jamás tener en su texto la palabra negra.
La gran
sorpresa, tanto para el caballero natural de Maricá, hombre de buenos sentimientos
y de sólidos teneres y haberes, muy de derechas y muy señor de su nariz, que
oyó en canción un poema de Chico Buarque, como para el autor, fue cuando
comprobaron que el libro aún no había sido publicado.
Ni
siquiera escrito.
8
Un
político con ambiciones, oyó el discurso de la señora responsable de la Comisión
Europea, donde con euforia se anunciaba que en un “ambicioso pero realista”
plano, la Comisión hasta 2030 retirará de la pobreza a 15 millones de personas,
y hasta 2030 “reducirá drásticamente” el número de sin techo de las calles de
Europa.
El
político con ambiciones, que veía en las calles de su capital crecer a los sin techo,
luego pensó presentar en el parlamento, donde se sentaba en la 5ª fila, discurso
parecido.
Pero se
refrenó cuando leyó, en EL LIBRO DE LAS COSAS QUE NO SE PUEDEN DECIR, de Fernando
Cabrita, lo siguiente:
El plan
es
“ambicioso
pero realista”.
Lo dice
la Comisión Europea
―y no
se oyeron cantar ángeles en los cielos―:
hasta
2030 retirará de la pobreza a 15 millones de personas,
y hasta
2030 “reducirá drásticamente”
el
número de sin techo de las calles de Europa.
Sin
embargo, es la misma sociedad, el mismo régimen,
los
mismos parlamentos, los mismos bancos.
Aquí
están, bailando sobre el tropel de los muertos.
Aprueban
las leyes,
despiden
al trabajador si está viejo,
cierran
las empresas nada más baje el lucro,
“es la
lógica, dejaron de interesar a la economía”,
imponen
el salario mínimo,
el
recorte máximo,
el
horario ilimitado
―¡ya
sabías, ya sabías, miserable, comiste,
viviste
por encima de tus posibilidades!―.
La
misma sociedad, el mismo régimen,
los
mismos parlamentos, los mismos bancos,
aquí
están, aquí están:
elogian
la hipoteca
la
venta judicial
la
entrega de la casa a la banca
la
expulsión del hogar
el
desalojo
aquí
están, aquí están
ahuyentan
a los ancianos del ático
y allí
anunciarán la Gran Construcción
el
Atrio
el
Palacio
el
Jardín
y la
sirena canta la Colosal Letanía de las Finanzas
sin que
Ulises tenga tiempo de atarse al mástil
aquí
están, aquí están,
los
Maestros sin rostro de los Fondos de Cobertura
el
Obispo Mayor de la Iglesia del Eurodólar
el Gran
Prestidigitador
que
transforma vidas en lodo
pequeñas
flemas en dolencias terminales
la paz
de un prado en una agonía de humos
libertades
en servidumbre y tragedia
y en
cuanto el viejo tose por el frío bajo la manta
y la
esquina le devuelve la lluvia de los aleros
a lo
lejos el Antiguo Rey entona el Himno
de las
Casas Más que Reales
y el
Fado Bello de la Corbata de Seda
todas
las Excelencias se cumplimentan
y comen
y comen
y los
banquetes relucen
y el
Primo condecora al Primo
y el
Artista Oficial da saltos desde el escalón del Trono
y sale
una leva más de siervos por asar
y no se
agota, mi buen José, no se agota la sangre de la manada.
La
misma sociedad, el mismo régimen,
los
mismos parlamentos, los mismos bancos,
los
mismos que los crían
van
ahora ―dicen― a acabar con los pobres y los sin techo.
Quizá a
tiros, quién sabe.
No
sería la primera vez.
La gran
sorpresa, tanto para el político con ambiciones, que veía crecer en las calles
de su capital a los sin techo, como para el autor, fue cuando comprobaron que
el libro aún no había sido publicado.
Ni siquiera escrito.
Fernando Cabrita. Contos Curtinhos e outras banalidades de franca literatura / Cuentos brevísimos y otras banalidades de frágil literatura. Ediciones Ábrego. 2023
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