Samuel, un niño congoleño,
apareció ahogado en las
playas de Barbate.
Rosario, una pensionista
que no llega al salario
mínimo,
se quitó de comer
para darle digna sepultura.
Va a verlo todas las tardes,
limpia su tumba,
le pone flores amarillas,
le trae juguetes y peluches.
-No pude darle la vida,
así que esto es lo menos que puedo hacer por él.
Lo hago porque podría ser mi
hijo
y porque si todos ven que yo
lo hago sin poder,
el día de mañana otras
personas que pueden
podrían hacer lo mismo.
Yo no sé si era cristiano o
musulmán,
lo mismo da, era una
persona,
con eso es suficiente.
Seguiré viniendo
mientras me aguanten las
piernas.
Antonio Orihuela. Camino de Olduvai. Ed. Irrecuperables, 2023
Bellísimo. Un poema escrito con emoción y verdad.
ResponderEliminarAbrazos