Mientras sigamos abrazados
al Smartphone,
haciendo nuestros los mitos
y los grandes relatos
de la oligarquía
neodarwinista del crecimiento económico,
los flujos baratos y
constantes de energías fósiles,
el progreso sin fin y la fe
ciega
en que la tecnología todo lo
arreglará.
Mientras el mundo natural
sea visto como un recurso
y la propiedad privada, el
dinero y el nacionalismo
como el sagrado culto de la
santísima trinidad.
Mientras la democracia
mediática, delegada y vicaria
y la corrupción política
sean vistas como un mal menor.
Mientras esta sea nuestra
cosmovisión,
mientras las creencias del
99%
coincidan con las del 1%,
será imposible elaborar otro
imaginario
frugal y austero, humanista
y decrecentista,
igualitario y solidario,
donde la electricidad será
una anécdota
y los bienes más preciados:
el agua potable,
la insulina, los antibióticos
y las bicicletas,
donde las ciudades serán un
mal recuerdo
frente a los pueblos y
vergeles
diseñados por la
permacultura,
donde los seres humanos
vivirán
vidas pacíficas y amorosas.
Solo queda saber si
pedaleamos hacia aquí
o seguimos pisando el
acelerador
hacia la extinción.
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