Eran aquellos
tiempos
en que
inmigración era una nueva palabra para España.
Aquellos días
en que apareció por el hospital Manuela,
tan dulce,
tan rubia, como recién salida de un anuncio
y sin
embargo, tan anclada al suelo, tan germinada por la historia.
Simplemente
dijo. “Hagamos una ONG de tres personas; vosotros dos y yo”.
La dulzura de
sus labios llamando al sabotaje.
Yo no tuve el
valor. Del otro nada supe. Pero a partir de aquel día,
cuando los
maderos venían a deportar al pobre infeliz
ya
perfectamente curado, una cama vacía se reía.
A pocos
kilómetros, junto a un autobús a punto del camino de Alicante,
una rubia con
raíces le daba a un tipo moreno 20 €
y un poco de
futuro
a cambio de
un alta voluntaria.
Bernardo Santos. Con el paso cambiado (nuevamente). Baile del Sol, 2012
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