De los arrozales del sudeste asiático,
de las maquilas centroamericanas,
de las fuentes de Coltam en el África Central
inexistente,
va destilando un pigmento líquido,
espeso como la sangre de los muertos,
blanco como el hambre en los ojos de los niños,
abundante,
que se torna en un lixiviado verde como un dólar
y luego se coagula en forma de mansión con piscina
en Santa Mónica,
en colección de cuadros al norte de los Dolomitas,
en barco suntuoso con diamantes en el golfo de Miami
y que por fin deja de fluir y se concreta, casi
definitivo,
en un misil con napalm que regresa al arrozal,
en una tanqueta al servicio de los nuevos Mont o los
Somoza,
en esta noche,
en suministro de fusil de asalto estratégicamente
repartido entre las tribus.
Bernardo Santos. Con el paso cambiado (nuevamente). Ed. Baile del Sol. 2013
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