La propiedad individual, enemiga de la igualdad, contraria a los inmortales principios de la fraternidad, proclamados lo mismo por la filosofía que por las religiones, y eterna manzana de discordia, de desolación y de ruina, tanto entre los individuos como entre los pueblos y naciones, no hubiera podido subsistir sin el poderoso concurso de esa abrumadora fuerza material, que las multitudes inconscientes ponen a disposición de sus astutos e implacables enemigos. Siglos ha la cuestión económica se hubiera resuelto conforme a la equidad y a la justicia, y el humano y racional comunismo libertario hecho una nación de todos los pueblos y una familia de todos los hombres, a no ser por esa fuerza bruta que los mismos desheredados ponen imbécilmente en manos de aquellos que les aprietan las cadenas y les oprimen el corazón.
Sí; el bárbaro e inhumano capitalismo no es más que una forma más hipócrita, y por eso también más horrible y más denigrante, del feroz y brutal canibalismo que forma el fundamento y es la parte esencial del sistema capitalista burgués. Que lea uno de estos que en África o en Oceanía se comen a los hombres y pondrá el grito en el cielo, pidiendo el inmediato exterminio de esos salvajes que nos hacen avergonzarnos de pertenecer a la humanidad. Y si les manifestáis que otro tanto ocurre en el seno mismo de nuestra sociedad, y que el producto del trabajo del obrero, convertido en un capital que el rico disipa a su placer, y que, por consiguiente, deja de servir para proporcionar a los productores los medios de poder reparar racionalmente las fuerzas gastadas y atender a sus demás necesidades, representa la carne que el otro salvaje se come, dirá que es una barbaridad; pero no podrá demostrarlo, porque, en efecto, no es posible hallar mayor analogía. Pero, aún hay más: el canibalismo primitivo tiene a su favor algo que le falta al moderno: aquél reconocía por causa el hambre, éste, sólo la satisfacción de torpes deseos y ruínes pasiones. Con el valor que representan las mansiones de los poderosos, habría para que ninguno careciera de albergue; con el exceso de capital que invierten en sus trajes los privilegiados bastaría paro evitar que nadie se viera desnudo; con el dinero inmoderado que gasta la burguesía en comer, y en hacer gala de un lujo y una vanidad desenfrenada; con lo que emplea en brillantes, teatros, iglesias y orgías, se hallaría lo necesario para impedir que hubiera quien perdiera la vida, como hoy sucede por no poder atender a las más perentorias necesidades. Y bien, si hay alguna diferencia entre el antropófago pasado y el presente, la ventaja se hallará de parte del primero: la miseria y la ignorancia militaban en su favor y podían, hasta cierto punto, atenuar algo su gravedad; pero el segundo, floreciendo y desarrollándose en el seno de una sociedad en que la producción abunda, y que pretende ser civilizada, no cuenta con circunstancia atenuante alguna, por el contrario, mientras más de cerca se le contempla más deforme y odioso aparece.
Mirad con el microscopio de la sociología, las joyas con que se engalana la burguesía, y veréis que en sus piedras preciosas se encuentran los glóbulos rojos que faltan en la sangre de los proletarios. Aplicad el mismo instrumento al examen de sus palacios, sus catedrales, sus prisiones y sus cuarteles, y en la cal que se encuentra en sus muros hallaréis la que procede de los huesos de los esclavos, de los siervos y de los asalariados, del eterno paria, en fin, que es quien lo ha producido todo para los demás, a costa de su salud y de su vida... Negro ha sido el pasado, pero brillante es el porvenir. Adelante, pues, y con el ánimo firme y sereno, resolveremos el gran problema, conquistando para la presente y futuras generaciones, el bien de que carecieron las pasadas. Sólo de este modo dejaremos cumplida nuestra misión civilizadora, sólo así dejaremos impresa una huella en la historia que no se borrará jamás, porque anunciará a la humanidad del porvenir el término de la esclavitud y el principio de la libertad. La muerte del capitalismo y la autoridad, y el triunfo del comunismo y la anarquía.
Fermín Salvochea.
En Pedro Vallina. Fermín Salvochea: crónica de un revolucionario. Edición de José Luis Gutiérrez Molina. Editorial Renacimiento. Sevilla, 2012.
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