Encontrado en un Diario
Era una mano tendida y después
no se sabe muy bien empezamos a ir juntos. Por entonces había que trabajar era
la época donde todo ocurre por primera vez. Ahora que el tiempo ha pasado
escurriéndose como una amante ya cansada escribo las historia de aquellos días
los sucesos que de la mano tendida y mi mano fueron escribiéndose en el viento
de la historia como una culpa o una liberación. Amábamos los coches y las
mujeres como se ama la buena comida o el alcohol pero solo en la medida en que
la embriaguez accede al clímax y daba la casualidad que la ascensión a los
cuartos perfumados de un modo excesivamente dulzón –contar al menos media
docena de ellos- atraía la zona vallada del gusto por vivir que nos asolaba con
su exceso y su fiebre y era como una droga o una religión no había caminos ni
postes indicativos si a la derecha o a la izquierda a las tres o a las cinco.
Para quien gusta de su vida los territorios y las horas son excusas para
permanecer aferrados a la espera de que ocurra en cualquier momento pero
dejemos los pensamientos sin cerrar y acerquémonos a los hechos como aquella
vez en un pueblo bañábamos nuestros cuerpos en un río y se acercaron dos y
dijeron de ir a coger glorias con ellas a un monte cercano y nos miramos y
tuvimos la aurora entre los dedos y estaba bien y acaso la vida no pueda
ofrecer más de lo que imaginamos y otra vez era Mayo o Junio no sobraba el
dinero pero éramos felices si dos personas pueden ser felices y otra vez
ganamos más de un millón y esa misma tarde nos lo gastamos y ellas dijeron
volver volver nunca Odiseo nos lo pasamos tan bien y nos dimos un beso y huimos
de allí presos otra vez de una libertad sin motivos y en el camino alguien
preguntó si queríamos ganar dinero y dijimos sí y cambió nuestra vida comíamos
en sitios elegantes y adquirimos modales refinados y hermosos pero la noche
fiel como una esposa arrepentidas llamaba después del duro ganarse la vida y
quedábamos en la base donde era imposible no sentirse partícipe de un mundo
nuevo allí la caricia o el beso esperaban tras las copas la no culpa un desván
clausurado en la memoria solo existía el goce la caída poseer como un salvaje o
un santo o simplemente el mero hecho de emborracharnos o reírnos era suficiente
pero también terminamos con eso y viajamos alrededor del toro su piel magnífica
como un mundo investigábamos y no sabíamos entonces que la historia grababa
nuestros nombres en cada curva o kilómetro y que torrente o cuchillo al alba o
la noche profundizaban una forma especial
y única de hablar de expresarse y que nosotros marionetas instrumento
para gentiles aceptábamos. Hubo que cambiar de coche era difícil trabajar en
aquellos tiempos amenazaban las suspensiones de pagos y la parálisis lo
intentamos a fondo y creo triunfamos aunque lo más hermoso fue el camino su
música su no desaliento como cuando
paramos ¿era Aranjuez? A dos que hacían auto-stop iban a Madrid y quisieron
hacérselo con nosotros y la piel ardía pero una estaba embarazada y la otra
tenía un hijo loco y sus familias no sabían nada y habían preparado un plan de
fuga las invitamos a café y las dimos un teléfono falso o antes del invierno
camino del sur en aquel restaurante rojo donde entre cuatro platos no supimos
decir cual era el mejor y nos invitaron a champagne y aquello era tan barato
que no lo podíamos entender y después quedamos con Conchita pero entre geranios
y margaritas sólo el agua excitaba nuestras neuronas y paseamos por las
antiguas calles que habían sido capital de un mundo ya desaparecido hasta una
luz inequívoca que había guiado nuestros pasos y era un antro donde nos
esperaban es cine la vida y el guión va haciéndose sin pensar aunque a veces es
inexplicable indecible porque lo innombrable lo invisible también tiene cabida
y nosotros ahora ya lo sabemos y juntos fuimos a un hotel y la suite era árabe
tenía el sabor que puede tener hoy el lujo oriental es decir que el tiempo no
mueve sus instantes del mismo modo y que desde las caravanas del desierto hasta
la mezquita donde los arquitrabes están hechos de luz para Alá y sus hijos
castigados por una Fortuna adversa lo probamos todo y los cuatro en el baño
inventamos un modo de espuma que el champagne no era bastante y cada zona de la
piel territorio para explorar. Allí la parte del cabello que más estrellas
tiene inventó nuestra canción hasta el alba que nos sorprendió desconocidos y
mudos muertos de amor pero en la seguridad del nombre para generaciones
venideras de las cuales una tribu llevará por siempre nuestro bautismo y ya en
la despedida dijeron volver volver y pensamos que el dinero puede con casi todo
y era un pena pero el mundo estaba así y continuamos el viaje esta vez era el
mar y durante más de media hora escuchamos su rumor la violencia de sus olas
aplacando en su ritmo las espumas de nuestro corazón y nos abrió el apetito y
sin darnos cuenta se había hecho de noche y comimos en un chiringuito junto a
la carretera era imposible no sentirse
impregnado de un ansia anterior al hecho de ser hombre o de participar de unas
normas exclusivas para quien ha renunciado a sí mismo y a su vida Éramos otros
comprendéis y era un jardín el mundo donde cogíamos lo que ofrecía sin
preguntar y las horas no se sucedían sino que atropelladas iban y venían esto
solo ocurre una vez y hay que estar atentos y sólo importaba la dulzura de la
miel derramada en los labios de la diosa esperanza guiando los pasos hacia la
magia de otros brazos acariciando la piel enferma de soledad y regalamos
nuestras prendas íntimas y la colonia eso fue después casi un día después eran
tan hermosas que nos drogamos y no sirvió de nada el amor visitó nuestros
cuerpos los embriagó y permanecimos detenido el tiempo desnudos todos hablando
de nosotros y de Madrid y allí el champagne corrió y al día siguiente hubo de
pagarlo y dijimos no y nos fuimos y no importó y también hicimos negocio y
desechamos a un perdedor como nosotros yo pensaba en la muerte y tuvimos una
idea magnífica no nos atrevíamos a ponerla en práctica y al momento nos dio lo
mismo y acabamos como quisimos y seguimos viajando por la costa y no lo
sabíamos era un modo extraño de vivir y allí en el sur comimos una fruta
hermosa regalo de una madre de familia bebimos vino a cambio y seguimos el
viaje terminamos en una provincia del este y la noche se echaba encima y
quedaban veintisiete mis pesetas y nos miramos llamamos a un taxi que nos
condujo a un extraño bar y hablamos con la dueña que nos enseñó las columnas
griegas el baño donde Afrodita lava sus muslos y también estaba el barco
encallado de Odiseo pero elegimos el salón de los espejos y hacía frío fuera y
nos dijo que no había ningún problema aquello era sencillo y nosotros queríamos
viajar otra vez y ella nos contó su vida era triste gustaba del flamenco y nos
reímos incluso tardamos más de lo debido y no importaba es curioso el mundo
pensamos y tenía un hijo marica y vivía con un sobrino que se parecía a Tarzán
pero era pobre y cedía a los caprichos de su tío y volvimos y ya no fue igual
porque nada vuelve a ser igual y eso da que meditar Comprendimos que había que
regresar y nos pusimos en marcha y nos reconocieron enseguida a pesar de haber
cambiado tanto de haber naufragado tantas veces por ese lirismo especial que
tienen dos brazos junto a otros brazos Una vez más sobre todo si la música es
hermosa y me gustaba Mozart y un oscuro poeta exiliado que vendía rosas en una
ciudad extranjera Las noches ya no se vestían igual y el recuerdo nos hacía
beber y beber nos emborrachábamos una y otras hicimos más cosas pero asistíamos
a la repetición y como quien no quiere pero tanto ha buscado descubrimos que se
puede seguir caminando porque siempre había estado a nuestro lado era una
amante y era palabra y pronunciarla llenaba de terror pero era nuestra era
Amargord.
José María de la Quintana. El ángel de la noche. Ed. Amargord, 1992
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