En Primera, la azafata
te lleva sonrisas en una bandeja,
te aplica masajes en la espalda
y ves en la tele digital
la impotencia de Obama.
Los asientos son cómodos,
se duerme con la cabeza recta
sin ese dolor al despertar
en el músculo escaleno
propio de los viajeros sin posibilidades.
El cielo es limpio en Bussines
y el mundo justo en la terminal,
la salida es espaciosa
y las escaleras se mueven al ritmo
de la novena de Mahler.
Aunque estés soltero, en Vip Class
tu esposa espera el regreso
con una tarta de manzana,
y mientras Amy asciende al cielo
te canta.
En Top Class tu eliges el color de la piel,
la religión y la raza;
si quieres, eres blanco y rubio, militante de
derechas,
llevar los zapatos de potro y hablar
con la voz de Marx y su discurso.
Puedes ser judío, sufí o macareno,
amar a dios o al dinero
tu decides la nacionalidad, la riqueza,
que tipo de genocidio fomentas
y la mirada de sangre de los ojos.
En el exterior,
la temperatura gélida
nos extraña
aunque merece la pena la visión
del hongo nuclear en las favelas de Río
o en la ciudad de Mogadiscio.
Cuando aterrizas, en un lavabo dorado
mojas el rostro de madera,
regresas al suplicio maloliente
de los días sin paz
lleno de vulgares manos sucias y escamas. (Cést la vie).
Alberto Gil-Albert. En Voces del Extremo. Poesía y Resistencia. Antología. Ed. Amargord, 2013
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