Uno
de los insultos que el personal lanzaba sobre Lou (...) era
“¡casado!".
Diego
A. Manrique
Arthur Rimbaud a los diecinueve años
dicen que dejó todo: a su familia,
su
chulazo, su condición y cuarto
de
poeta y partió a África rumbo
a
dedicarse al contrabando de armas.
Pero
de una manera funcionaria,
mucho
menos peligrosa y romántica
de
lo que hemos preferido creer.
Nunca
dejó de escribir, digan
lo
que digan sus despistados fans.
Yo
a los veintinueve tomé todo:
fijé
la fecha de boda con mi amada,
aprobé
las oposiciones de Secundaria,
accedí
a albergar, siquiera por un rato,
la
idea de tener un hijo y comencé el pago
mensual
con mis impuestos del contrabando
de
armas de mi Gobierno democrático
a
regímenes dictatoriales poco escandalosos,
al
menos mediáticamente hablando.
No
fui un esposo infernal ni un virgen de mente,
no
perdí la pierna ni morí a los treintaisiete.
Pero
hay muchas formas de ser un maldito.
Víctor Peña Dacosta. Diario de un puretas recién casado. Ed. Liliputienses, 2016
Irónico y agudo: me gusta.
ResponderEliminarSalud y poesía.