Roque Pérez
Walias murió de tuberculosis corría el año de 1946.
Estoy aquí soy
en este ser me levanto hacia el sol cada mañana
desde mil novecientos sesenta soy en este ser clavo mi sombra en el papel y marco
un círculo de orín sobre la tierra mi abuelo fue un
tipo al que no conocí en vida por imperativo legal
de una muerte buscona que se encaprichó de él y se lo llevó a conocer el mar cuando aún era tierra firme un galán de
talle tenía la elegancia del amanecer en su solapa llevaba un sombrero negro lo
que mi abuelo nunca pudo imaginar era que a todos nosotros la vida nos regalaría una caja de lápices blandos
en la estación de las declinaciones y a mí —concretamente—
una
caja de cartón custodiada por un carcelero azul y un
galgo corredor algunas pertenencias caídas de su
alma una vara de mimbre para cardar nubes para hacer gritar el silencio en la
humedad de la borra como un verso blanco tras otro verso una vara de mimbre un
sombrero de ala con media pluma y una cinta de raso donde escribió de su puño y letra [“A María, La Mirona”] una vara de mimbre un traje
almidonado de director de filmes mudos una vara de mimbre unos zapatos voladores con lengüetas
de piel de cocodrilo pulcros como los espejos del Novelty para recorrer las
palpitaciones de las estrellas mi abuelo apenas tenía
piel bajo las uñas cuando partió
hacia los límites de lo innombrable cuando
dejó a mi padre seducido acaso por la gracia de una
juventud preñada acaso en un monte de Venus mi
abuelo del que heredé el arte de varear la borra al aire libre el don de marear
palabras junto a los estribos del cielo el don de respirar la lluvia con
cristales dentro de mis pulmones se quedó a vivir
junto a mí hace ya más de
mil primaveras en la testuz grana de un relámpago en
la soledad ante la muerte y en la enfermedad respiratoria de los poetas se quedó muerto como de humo enterrado en su pálida melancolía que crepita
aun hoy en el papel de liar la picadura en el don y en el silencio que crece
junto al daño de la luz mi abuelo salió de casa una mañana feliz de junio para no regresar
nadie supo explicarle a mi padre a dónde fue a dar
con sus huesos ni a qué estante de mi casa ni en qué nicho de mi memoria se apiadaría
de mí ni por qué se quedaría conmigo para siempre en este poema.
Roque Pérez
Walias murió de tisis corría el año de 1946.
W, Vaso Roto Poesía, 2017
Javier Pérez Walias
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