El sueño imposible
de ser. No de parecer, sino de ser
Ingmar Bergman. Persona
Me
llamaste, ¿recuerdas mamá? Estabas en el corral
y
sujetabas un conejo, de las patas traseras,
con
una mano. Lo mantenías boca abajo, y de vez
en
cuando― el animal daba una violenta sacudida
para
zafarse, pero tu mano diminuta y plagada
de
sabañones, tenía la firmeza de un cepo.
Me dijiste:
debes aprender a matarlos, ya casi eres un
hombre.
¿Cuántos años tenía? ¿doce?, ¿trece?...
¿A qué venía tanta prisa? Aunque me fui
pronto de casa,
la
carrera de un hombre es muy violenta y larga, demasiados
conejos
sacrificados en el camino. Estoy muy cansado
de
ser un hombre, mamá. Yo sólo quería ser un payaso,
sé que no lo has olvidado, porque me lo
tú misma durante una de mis visitas.
Ya
va siendo hora de arrancarme una a una―
todas
estas máscaras, manchadas de miedo y de sangre,
con
las que he ido ocultando mi cara a lo largo de los años
(aunque
el payaso ya no aparecerá, pues fue la primera
víctima del hombre), y ver si ahí detrás todavía queda
al
menos una persona. Una buena persona.
¿Me oyes, mamá?
Patricio Rascón. Inédito
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