TODOS aquellos lugares han desaparecido,
los cubrió el polvo,
nos llevó el viento,
cambiamos de región,
adoptamos la lengua del silencio
y en ella cuesta recordar.
Ahora
ya no pasamos miedo,
vivimos con él,
lo sentamos a nuestra mesa
pensando en el frío de ahí fuera, en el alquiler,
en lo humillante de la cola de los parados,
en el helicóptero que zumba sobre nuestras cabezas,
en las consignas que dicen
que no miremos a la cara a la policía,
que no hablemos con desconocidos,
que no hablemos con conocidos,
que no hablemos...
Y así,
en silencio,
lavamos nuestras manos
con la esperanza de no ser los únicos
que recuerden
cómo festejar
la vida.
Antonio Orihuela. Esperar sentado. Ed. Ruleta rusa, 2017
No es el tiempo el que nos encorva la espalda y nos vacía la memoria.
ResponderEliminarsí, por desgracia ya nos encargamos nosotros antes de todo eso... gracias por tu compañía
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