EL viento en los aleros,
el nido del pájaro aquel,
el
margen
del cauce aún por hollar,
las brasas viejas.
Tendremos que seguir.
Tendremos que volver allí sin preocuparnos,
endurecernos,
forjar la resistencia
en la memoria.
¡Ah de tanta melancolía!
¡Tanta
prisa!
Estamos tocados por el tiempo, ungidos
por la urgencia,
por el dolor que a todos nos persigue.
Pero igual que entre el marrón agalla de los robles
hay un otoño minucioso que avisa de su suerte,
en un simple agujero como el suyo
está la permanencia,
la sencillez sin par, la vida.
(lo mismo)
SABER el límite, centrar los pasos,
dar la mano,
sentirse un cabo más en tanta urdimbre.
Defender el derecho común a la rabia,
lo inconforme,
la embriaguez terca
pero sabia
de los amores penúltimos a destiempo.
Defender el peligro,
la contradicción.
Por cosas tan sencillas como estas se escribe,
porque es preferible cualquier libertad ganada
a la falsa seguridad.
Se escribe en defensa de quienes se equivocan,
de lo que nunca fue perfecto,
del papel que se rompe
cuando se piensa en algunos poemas
posiblemente fracasados como este.
(defensa)
SIEMPRE alerta,
siempre indagando,
expectantes, sin prisas, indigentes;
sin saber siquiera cuál es el cauce,
cuál la mejor solución ni dónde se aloja
la clave del conocimiento.
Sin saber seguro la manera en que todo
volverá a ordenarse, sin hablar,
sin
saber las reglas,
ni la colocación certera del poema
en el lugar adecuado cuando llega la hora.
Pero hay algo secreto en el azar del aire,
algo esperando en las palabras
que aún nos sobrecoge y nos conmueve.
Vigilia y vértigo,
materia,
que nos reta y nos vive sin remedio.
(vértigo)
Gracias, querido Antonio Orihuela por compartir en esta casa que tan bien nos acoge, los poemas de URGENCIA DE LO MINUCIOSO (LASTURA, 2021). Un abrazo y nos vemos como muy tarde en julio. SALUD Y RISAS!
ResponderEliminar