Que
el asombro construya el mundo,
que
los mapas cotidianos estén surcados de aventuras,
que
los barrenderos no tengan nada que barrer,
que
siga habiendo charcos en los que meter los zapatos
y hormigas que se paseen por las bibliotecas.
Que
todas las varitas sean mágicas, que la cabra tire al monte,
que
las hojas brillen, que los zoológicos cierren,
que
los nidos crezcan, que el sol se esconda entre las ramas,
que
se llene la tarde de balidos y los cuerpos de caricias.
Que
recuerdes el nombre de todos los seres sintientes
que
te regale la vida.
Que
no te pueda la indiferencia,
la
letra pequeña, la conveniencia, la injusticia,
el
mal ejemplo, la dureza del mundo.
Que
no tengas miedo a reconocer que te has equivocado.
Que
no levantes demasiados laberintos,
que
no sepas lo que es el odio,
que
tus únicas armas sean las dialécticas,
que
la policía no viva en tu cabeza,
que
no te callen, que no tengas que huir.
Que
no temas a la pureza
y
salgas a la calle de la mano de la niña que eres.
Que
te pierdas, que te encuentres, que te vuelvas a perder,
que
encuentres el camino de vuelta a casa.
Que
tu alegría contagie a los demás.
Que tengas dulces sueños.
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