un rebaño archivado en la cumbre
crispada
al moribundo hipócrita
se le tuercen
los ojos frecuentes
las campesinas del ruido
hacen panes
eléctricos
y la techumbre que las ampara
se resquebraja
de odio
es miserable
el desgarro que sufren las cejas
montañosas
gritos efervescentes
hacen juegos
florales
que se meten por las perneras
para devorar el
pene
son carnívoros y fetichistas
y cumplen años
por decoro
asimismo son torcidos como
trompetas de helio
la sensibilidad se documenta
con tenazas de caricias
un recoveco acoge a un monje
que tiene un
libro en el estómago
y el mar voluptuoso
se araña la
pelvis para parecer honrado
cuatro termitas por cuatro
son un ejército
siseante
que te cubre con un velo
de sílabas obtusas y jadeantes
de parafernalia excitante
que se acomoda en un roble
y grita armiños polares
para que ensalce a la víctima
la luna muge la distancia
que le separa
del horno
vainica en un velatorio donde todos
son trufados
por el brazo sube la mugre
que alcanzará el
refectorio
y todos serán tanteados
para ver si
comienza el año
de una vez hay que comenzar el año
pues los días se están perdiendo
por el sumidero
del miedo
Manel Costa
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