Tengo
terror de mis padres migrantes,
siempre
con la mirada puesta en la huida.
¿Así
resuelves todo, papá?
¿Vas
a volver a hacer lo que él diga, mamá?
Más
terror me da la herida del nacimiento,
lo
oculto en la parte oriental del AQUÍ.
¿Qué
fue tan malo como para abandonar el ALLÍ
donde
uno se encuentra con solo veinte años?
¿Cómo
lo hicieron para reconstruir(se),
para
recomponer(se),
para
resistir?
¿Cómo,
para criar una prole que maldice un lugar que nunca ha visitado,
que
sueña en un idioma que desconoce,
que
vive en otro que siempre le será extranjero?
¿Qué
es tan bueno como para quedarse?
¿Qué
sueño europeo es
ser
la
china que vende cerveza,
el
chino del pueblo,
la
china del Hormiguero,
el
chino de Física o química,
la
china del chino?
Ese no es mi sueño.
Mi
sueño es ser la sangre que fluye de la herida migratoria,
la
reina valenciana de la pólvora bendecida por mis ancestros.
Mi sueño es que no me separen de mi padre
y
de mi madre
en
una fila para extranjeros
y
otra para europeos,
que
embarquemos
por
la misma puerta,
que
volemos juntos
adonde
los
pasaportes sean
una
obscenidad.
Paloma Chen. En: “Última poesía crítica. Jóvenes poetas en tiempos de colapso” (Lastura, 2023; selección y edición de Alberto García-Teresa y David Trashumante)
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