con Jorge Riechmann
Si votamos al verdugo,
el verdugo hará de verdugo
por poco que nos gusten las ejecuciones.
Si votamos por la apisonadora,
por poco que se mueva,
tendremos que llorar la desaparición de la trocha,
el arrecife, los líquenes, el lobo y el oso pardo.
Si votamos por el campo de golf
no podremos reivindicar el bosque, el panal y la viña.
Si votamos por la propiedad privada de los medios de producción
no nos quejemos luego de la invasión de poesía mística
en el aberrante orden social del neoliberalismo.
Vivir en democracia también es hacerse cargo,
buscar hondura, intensidad y extravío,
reconocer que la bestia no sólo vive extramuros
o en la casa del vecino,
sino también en nuestros sueños
y en el trocito de felicidad que acabas de comprarte.
No engañar ni engañarse,
salir de la autopista para darle una oportunidad
a lo poco que quedó al margen de la autopista,
encontrar soluciones a la moneda gastada del capitalismo.
La tarea del superhéroe es salvar al mundo,
la del minúsculo ciudadano de la papeleta en la mano
es ceder el asiento en el autobús abarrotado
y esforzarse en descubrir que somos parte del ser
que formamos todos los seres,
y acompasar la respiración con ellos,
vivir como si el amor y la poesía
pudieran cambiar el mundo
porque el amor y la poesía cambian el mundo.
Antonio Orihuela. El fuego desde el otro lado. Ed. La tortuga Búlgara, 2024
¡Fenómeno, Antonio!
ResponderEliminarEl anónimo es "ANTONIO CABALLERO" (Antonio Rodríguez Cruzado).
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ResponderEliminarCierta poesía permite comprender la vida con más intensidad. Pero más allá está la voluntad firme de actuar en consecuencia para cambiar el mundo: Ese eufemismo.
ResponderEliminarChiloé