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lunes, 12 de febrero de 2024

2 poemas de EL INFANTE DE LAS ESTRELLAS de RAFAEL ALCALÁ

 



DOMINICAL ESTAMPA

 

 

 

Centro de la ciudad; domingo por la tarde

en un mayo sedoso; colas en las aceras

para ver desde la gloria un film

en blanco y negro.

Las personas mayores, así como los niños,

visten ilusionadas

sus trajes de festivo, disimulando huellas

de rotos muy zurcidos. ¡Olor a naftalina!

Pregonan en la calle

el diario La Tarde; venta del resultado

de la liga española. Aquella procesión

que no pudo salir por mor de la tormenta,

lo hace hoy, domingo.

Se santigua la gente al ver pasar el trono

de la Virgen Pastora que, orlado por la música,

consigue la emoción del público asistente.

Los Civiles, marciales, acompañan el paso;

y una gran presidencia, de riguroso luto,

portando recios báculos de metal plateado,

marcha con paso lento.

De la gran Catedral,

salen los feligreses; sostienen en las manos

un ramito de olivo bendecido;

en sus rostros se advierte una sana alegría.

A rebosar los bares que hay en la ciudad,

al menos son un ciento. Alguna librería,

negocio poco próspero en la ciudad marina.

Dominical estampa de una urbe feliz,

donde reina la calma, la alegría y el orden.

En las casas, más tarde, respira con temblor

la cruda realidad que camufló el festivo.

Adopta la pobreza un perfecto disfraz

que no se puede ver si el miedo la atenaza.

 

 

 

 

 

DEJA TU MUNDO ABSURDO

 

 

 

Me persigue aquel niño (¿lo recuerdan?)

que decidió dejar en libertad,

en un momento amargo,

a todas las estrellas recogidas

durante mucho tiempo.

Alejarlo quisiera de la penosa vida,

pero es imposible separarlo de mí,

ya que nació conmigo,

hasta que el Sol poniente deje de iluminarme.

A veces,

cuando el sueño se llega hasta mis ojos,

le hablo con cariño,

y le ruego que no se acerque tanto

a mi mente sin calma,

porque su lloro puede los actos dislocar.

Le hablo de los años, de lo mucho que sufro

por mis enfermedades. Pero él me sonríe,

y sin rubor me dice: “Corramos hasta el río

a capturar anguilas, o comer barrovino,

y ver cómo la luz de la linterna

alumbra los cobijos donde cientos de estrellas

aguardan a que aquella misma mano

acaricie sus lomos, aumentando su fuerza.

Ven, anímate,

deja tu mundo absurdo y juguemos

a retarnos, a ver quién de los dos

alcanza mayor grado de candor.”

Yo le dirijo, entonces, mi sonrisa más noble,

y transitar le dejo por todos los contornos

de mi cansado cuerpo, por mi sangre ya parda.

Y me voy adentrando en un sopor muy dulce,

mientras él desordena mis canas con ternura.

 

 Rafael Alcalá. El infante de las estrellas.

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