CARAOSCURA Y MHIJEA SON VOCES
DEL EXTREMO (a propósito de un incidente que no presencié y de ciertos
comentarios que sí escuché)
A algunos de los asistentes a los encuentros de Voces del Extremo les cuesta creerlo, imbuidos,
como llegan, por los protocolos de nuestros adversarios; creen que Voces del Extremo es un
‘festival’ más de poesía en el que aprovechar sus diez minutos de gloria para darle al mundo
entero (en realidad, en la mayor parte de los festivales, como mucho, a los otros poetas
presentes, que nos toleran, a duras penas, porque están esperando su turno) nuestra luz y el
fruto exquisito de nuestra poesía (distinguida, profunda e incomparable, donde las haya, por
supuesto); por eso, esos asistentes no entienden –no entendieron la noche de la clausura del
pasado encuentro, en La Peña– que Caraoscura y Mhijea son Voces del Extremo, que Voces del
Extremo no es un festival de poesía al uso (aunque, a veces, se parezca, por nuestra tozudez en
convertirlo en otro estúpido festival más, muestrario patético de un montón de cutres
vanidades); por eso, les cuesta admitir que Voces del Extremo no son esos diez minutos de
gloria personal, sino el ‘encuentro’; no entienden que Voces del Extremo es, antes que nada, el
gozo de compartir, con los que se supone que son nuestros iguales, cuatro días dedicados al
intercambio y al regocijo con ellos: amigos y amigas reencontradas o compañeros y
compañeras recién descubiertos.
No entienden que Caraoscura y Mhijea son Voces del Extremo, precisamente, porque ellos
representan, desde el principio, esa sincera y sentida exaltación de la amistad, del compartir
juntos la diversidad de voces y del respeto.
¿Me gusta todo lo que veo y lo que escucho en Voces del Extremo?, no, claro que no. ¿Disfruto
de cada reencuentro y de cada encuentro nuevo?, sin duda. ¿Disfruto de cada voz descubierta
(¡han sido tantas a lo largo de estos años!) y de cada uno de los días pasados en Moguer?, por
supuesto que sí. Y, siempre, edición tras edición, me asombra lo mismo, ese silencio y esa
atención con la que, sesión tras sesión –mañana, tarde y noche–, la mayoría de los asistentes
escucha a los demás: salvo, claro, los que se impacientan, porque no entienden que allí no se
trata de sus diez minutos de gloria, que Voces del Extremo no es un festival más, por más que,
a veces, lo olvidemos; que es, sobre todo y ante todo, una asamblea abierta de compañeros y
de compañeras felices de encontrarse y de reencontrarse, cada año, a finales del mes de julio,
en Moguer, para compartir, respetuosamente, sus voces, dispuestos a admirar y a reconocer
los destellos de auténtica poesía que cruzan, a veces, el patio de la Fundación, la plaza de Las
Monjas o La Peña, y dispuestos, también, a perdonarse los malos versos, cuando se nos van de
las manos, y los momentos de cansancio y de desconcierto, que también los hay.
Matías Escalera Cordero
La maquetación del texto ha salido un poco rara, no se ha podido arreglar, pero lo importante es que se entiende perfectamente lo que he querido decir en él y que le da un imprevisto tono poético que acaso le venga bien :) Un abrazo fuerte y buen comienzo de curso.
ResponderEliminarPues mira, Matías Escalera, en el Club de los Poetas Perezosos de Bhopal (India), los miembros se tumbaban en el suelo, cada uno sobre su propia almohada, y escuchaban poemas. Escuchaban y escuchaban. No se les ocurría levantarse para nada ni censurar a nadie. Esa posibilidad no la contemplaban... Y es que su estatus de supuestos vagos recalcitrantes, ¡importaba! Debió ser luminoso. Pero una gran tragedia por causas humanas se cernió sobre la localidad y terminó con aquella maravillosa asociación. Díez mil muertos de una sola tacada.
EliminarMe ha gustado mucho leer tu maquetación diferente, que no rara.
Chiloé