desobediencia humilde,
o humildad desobediente
Amigos
creyentes: Dios está en el interior del ser humano. El drama es que no le
dejamos ni la menor opción de salir y manifestarse un poco…
Nuestro pecado original no es haber tratado de comer la fruta del
Árbol del Conocimiento: es la indiferencia ante el dolor del otro.
Sólo
nos pertenece nuestra existencia para un breve ensayo, decía René Char.
Tratemos de escribir ese ensayo con buena caligrafía.
No
engañar, no engañarse, no exagerar.[1]
¿cuándo
se jodió la civilización europea?
La crisis del “modelo civilizatorio europeo” ¿se
produce en los decenios finales del siglo XIX y los primeros del XX, como
sugiere en Ronda el profesor José Lasaga Medina en una –por lo demás muy
interesante– conferencia? ¿O más bien
hay que localizar esa crisis, si nos tomamos el contenido normativo de la
palabra “civilización” en serio, en el desenlace colonialista de las
controversias entre Bartolomé de las Casas y sus contemporáneos, controversias
que tan profundamente ha analizado Paco Fernández Buey (en La Gran Perturbación –Discurso del indio metropolitano)?[1]
En Conversación
en la catedral, uno de los personajes de Mario Vargas Llosa se preguntaba
cuándo se jodió el Perú. Si nos preguntamos cuándo se jodió la civilización
europea, desde luego la controversia de 1550 –en
Valladolid– entre Las Casas y Ginés de Sepúlveda tiene
sólidas credenciales que mostrar.
Reflexionaba
Heiner Müller en una de sus densas entrevistas: “Auschwitz y su principio de selección es el
modelo de este siglo. Todos no podían sobrevivir, así que se seleccionaba.
Cuando trato de aclararme lo que significa el heroísmo, siempre me acuerdo de
una pequeña historia. En uno de los últimos barcos que partió de Alemania y
debía llevar judíos a los EEUU viajaba a bordo un judío grueso, un periodista
deportivo de Berlín. Este barco fue torpedeado por submarinos alemanes y se
hundió. Por supuesto, había pocas plazas en los botes salvavidas. El periodista
deportivo judío y gordo se sentó rápidamente en uno de los botes salvavidas, y
el bote estaba lleno. De repente aparece en cubierta una joven madre con su
hijo. Pero ya no hay lugar para nadie más en el bote. Entonces el pequeño y
grueso judío se arrojó al Atlántico, dejando lugar a la mujer. Ésa es la única
respuesta que existe. (...) Es el problema de Dostoyevski, la pregunta de
Raskólnikov. También Dostoyevski encontró al final una sola respuesta: la
compasión. Cuando al final aparece Auschwitz como modelo para la selección, no
queda ya ninguna respuesta política. Probablemente sólo exista una respuesta
religiosa. El problema de esta civilización es que no tiene ninguna alternativa
a Auschwitz. (...) También en Walter Benjamin es un tema recurrente: el
socialismo o el comunismo o cualquier otra utopía no tienen ninguna oportunidad
si no ofrecen una dimensión teológica.”[2]
Esto nos deja cerca de la intuición moral básica de
uno de los grandes pensadores del siglo XX, Emmanuel Levinas: “El único valor
absoluto es la posibilidad humana de dar prioridad al otro sobre uno mismo”.[3]
Dejemos
la penúltima palabra a Federico García Lorca: “Vemos o queremos ver una estrella lejana, pero que
borra lo exterior, lo que nos rodea. La única senda es la caridad, el amar los
unos a los otros.” Y la última a Tadeusz Rozewicz: “Se pudren las palabras/ a
las que se quitó el amor/ sin el que nuestro canto/ es como (...) el color de
las frutas de cera/ como el estrépito de las chapas de latón/ como los gritos
del borracho/ como el silencio de las cosas”…
la posibilidad mejor
“Tal y como nos ve el amor nunca hemos sido”,
escribe Carlos Marzal. Una frase redonda, pero no me convence. Hemos sido así en nuestros momentos mejores: esos a los
que debemos guardar fidelidad.
Fidelidad a nuestros momentos mejores; esperanza en
las posibilidades mejores de lo humano. Dios, ha dicho algún filósofo-teólogo,
es la posibilidad mejor.
Dios como punto de fuga de la comunidad humana.
superar el tribalismo
David
Roberts acuñó en 2010 el término de política
posverdad;[1] también se ha
hablado estos años últimos de política
posfactual. Hoy, señala Soledad Gallego-Díaz, “la negación absoluta de los
hechos, de los datos y de la evidencia, sin la menor precaución ni decencia,
está a la orden del día en conferencias de prensa, comparecencias públicas y
discursos ante Parlamentos o instituciones. ¿Por qué no reaccionan los
ciudadanos? Hace ya tiempo que se sospecha que los votantes no se inspiran por
los principios de la Ilustración, decía Roberts; no reúnen datos, sacan
conclusiones y eligen después al partido que más se acerca a esas conclusiones,
sino que proceden de manera totalmente distinta. Primero eligen tribu, después
adoptan los principios de esa tribu y finalmente eligen aquellos datos que
apoyan esas posiciones, despreciando todos los demás”.[2]
El
tribalismo es una maldición, probablemente inscrita en la naturaleza humana –y
si no que se lo pregunten a Edward O. Wilson. El sectarismo es la creación de
más tribalismo allí donde no tendría por qué haberlo. Evitemos añadir más mal a
las ingentes cantidades de mal que hay ya en el mundo –siempre que resulte
posible.
Por
amor a la verdad y por respeto a la realidad, no escatimemos los méritos a
nuestros adversarios. My country, right or wrong, reza una de las
divisas del tribalismo. Como escribe Josep Ramoneda, “los problemas derivados
de la incapacidad de las naciones para encontrar su plenitud son siempre los
más enconados, los más enquistados y los que más alimentan la neurosis
política, porque afectan al reparto del poder y entran de lleno en el
territorio de las psicopatologías colectivas. España, que tiene en su
inconsciente el síndrome de nación imperfecta, siente como una herida
narcisista las aspiraciones de Cataluña. Y Cataluña, potencia nacional que no
ha conseguido pasar al acto, encontró en el victimismo la salida a su
insatisfacción…”[3]
Con
mi grupo, dice la tribu tribal, tanto si acierta como si yerra. Frente a ello,
el ejemplo de Manuel Sacristán: “El conocimiento [y la difusión] de un buen
trabajo, aunque sea de un campo opuesto a aquel en el que yo piense, es una
cosa valiosa”. El gran pensador ecomarxista español, que tuvo que ganarse la
vida como traductor durante mucho tiempo, decía que un economista odioso y
reaccionario como Milton Friedman había escrito un excelente Ensayo de
metodología, y que eso había que traducirlo. Lejos de privar de voz a mi
adversario, de cancelarlo, trato de reconocer sus méritos.
La
gran tarea político-moral: desde la conciencia de la importancia que tienen las
tribus, desde la convicción de que no podemos vivir sin ellas y de que
proporcionan algunos de los bienes más valiosos e irremplazables para la vida
humana –nuestra manera de alabar a la tribu es llamarla comunidad–, superar el
tribalismo.
el que regresó
¿Despertaremos?, nos intima Antonio Orihuela. “¿Tendremos un
nombre para ese despertar?”[1]
No es –sólo– la pregunta de las revoluciones de los siglos XIX y XX, viene de
más atrás: de hace más de tres mil años… Es la pregunta de Zoroastro, Buda y
los demás maestros de la “Era Axial”.
Buda significa “el despierto”, “el iluminado”. Se nos ha
transmitido que Siddartha Gotama alcanzó la iluminación a los 35
años; pero lejos de permanecer en ese nivel superior de realidad, regresó “al
siglo” –como dirían nuestros abuelos– para tratar de ayudar a los demás y dedicó los 45 años
siguientes a la predicación. De esa opción del fundador por reducir el
sufrimiento de todos los seres vivos han derivado los budistas la figura
fundamental del bodisatva. “Un
Bodhisattva es un ser que vuelve la espalda a la Gloria del Nirvana con la
promesa de no ingresar en la paz eterna hasta que no lleve con él a todos los
demás seres. El Bodhisattva emprende esta acción, afirma el budismo místico, de
manera indiferente, puesto que sabe que no existe el ser ni la nada, ni la paz
ni la ilusión, ni el redimido ni el salvador, ni la verdad ni el efecto.” (Kenneth
Rexroth)
Kropotkin,
en La moral anarquista, dice que la
revolución no es más que la transformación moral de los individuos, que
antepone el bien común a los intereses particulares. Metanoia, conversión: ahí estamos bregando desde hace tres mil años…
La oración del bodisatva reza: que
alcance la iluminación para el beneficio de todos los seres sintientes.
[1] *Diario del cuidado de los enjambres, Enclave de Libros, Madrid 2016, p. 68.
[1] David Roberts, “Post-truth
politics”, Grist, 1 de abril de 2010;
http://grist.org/article/2010-03-30-post-truth-politics/
[2] Soledad Gallego-Díaz, “La
era de la política posverdad”, El País, 25
de septiembre de 2016; http://elpais.com/elpais/2016/09/23/opinion/1474647422_293415.html
. Roberts y Gallego-Díaz se
apoyan en este estudio: Christopher H. Achen y Larry M. Bartels, “It feels like
we’re thinking: The rationalizing voter and electoral democracy”, paper presentado
en la Annual Meeting of the American Political Science Association,
Philadelphia, 30 de agosto a 3 de septiembre de 2006; disponible en https://grist.files.wordpress.com/2010/04/thinking.pdf
[3] Josep Ramoneda, “Hambre,
emancipación, corporativismo”, El País, 16
de diciembre de 2012; http://elpais.com/elpais/2012/12/14/opinion/1355487586_059768.html
[1] *Ha sido para mí un placer
preparar la segunda edición de una excelente antología de escritos de Bartolomé
de las Casas que preparó Paco en 1999: Cristianismo y defensa del indio
americano (edición de Francisco Fernández Buey), colección Clásicos del
Pensamiento Crítico, Libros de la Catarata, Madrid 2023.
[2] Continúa la reflexión del
dramaturgo alemán: “(...) Hay otra pequeña historia sobre esto. En una ocasión
tomé LSD en Bulgaria. En la casa en la que vivíamos había un pequeño sótano, un
lavadero, y allí, cerca de la puerta, había un grillo bastante grande. En la
radio sonaba música turca o árabe, música de desierto, que tenía un extraño
atractivo. Era como una superficie. En la casa había un gato, y este gato de
repente se deslizó por la puerta. Le enseñé el grillo al gato, sabiendo bien lo
que iba a pasar. Después de cinco o diez minutos el gato tenía al grillo bajo
sus garras. Entonces se dedicó a jugar a dar caza al grillo mientras subía la
escalera, soltándolo y volviéndolo a cazar una y otra vez. El grillo empezó a
cojear, y mientras tanto sonaba aquella música árabe. Lo observé todo
atentamente durante el espacio de tiempo que duró la droga. Lo disfruté y lo
abominé al mismo tiempo, porque disfrutaba con ello. Nunca lo olvidaré, tampoco
la aversión hacia mí mismo y mi goce en esta observación a cámara lenta. La
única cosa que diferencia al gato de los hombres de las SS es que el gato
necesitaba este tipo de juego para poner en marcha los jugos gástricos. Es algo
biológico, una necesidad. Lo que diferencia a los hombres del gato es que esto
no es una necesidad. Pero a cada posibilidad de abstracción del asesinato el
nivel de inhibición es menor. Yo soy incapaz de imaginarme apuñalando a
alguien. Pero en cambio puedo imaginarme sin problemas disparándole a un
hombre, y así sucesivamente. (...) La cobertura de
[3] Emmanuel Levinas, Entre
nous, Grasset 1991, p. 119 (hay trad. española en ed. Pre-Textos, Valencia
2000: Entre nosotros). Citado en Tzvetan Todorov, Insumisos, Galaxia
Gutenberg/ Cículo de Lectores, Barcelona 2016, p. 27.
[1] “En la vía media budista, el término medio confuciano y el justo medio aristotélico hay una
intuición común básica: en el fondo de toda desviación moral hay una
exageración. (…) Los clásicos griegos denunciaban la hybris, el pasarse o extralimitarse, castigado por los dioses.
Dogen (…) acuñó una expresión que ha pasado a ser un refrán conocido y repetido
habitualmente en la cultura japonesa: ‘percatarse del límite’ (taru wo shiru), caer en la cuenta de las
propias limitaciones.” Juan Masiá, El otro Oriente, Sal Terrae,
Santander 2006, p. 227.
De refranero latinoamericano,
esta definición de mesotés: “Ni tanto que queme al santo, ni tan poco
que no lo alumbre”.
La recomendación de no
exagerar, transmitida por el sabio Juan Masiá, puede hacerse dialogar con
la reflexión de Ortega, para quien pensar es exagerar: “Pensar, hablar,
es siempre exagerar. Al hablar, al pensar, nos proponemos aclarar las cosas, y
eso obliga a exacerbarlas, dislocarlas, esquematizarlas. Todo concepto es ya
una exageración”. José Ortega y Gasset, “Pidiendo un Goethe desde dentro”, Obras
completas vol. V, Fundación José Ortega y Gasset/ Editorial Taurus, Madrid
2006, p. 141. “Pensar es, quiérase o no, exagerar. Quien prefiera no exagerar
tiene que callarse; más aún: tiene que paralizar su intelecto”. José Ortega y
Gasset, La rebelión de las masas. Obras completas vol. IV,
Fundación José Ortega y Gasset/ Editorial Taurus, Madrid 2005, p. 459.
Jorge Riechmann. Fracasar mejor. Kaotica Libros, 2024
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