Ayer, los
anarquistas querían acabar con la propiedad y el Estado,
dinamitar el
poder y organizar, de abajo a arriba, la economía.
Los comunistas
querían imitar a la Unión Soviética.
Los socialistas
conseguir cierto equilibrio y justicia
entre el interés
particular y el interés general.
Hoy la máxima
aspiración de la izquierda parlamentaria
es intentar que
el salario mínimo alcance los mil euros,
dictar leyes a
favor de la igualdad de derechos de la mujer
y tratar de
proteger la dignidad del colectivo LGTBI.
De ayer a hoy el
mundo no se ha vuelto más justo
pero la
izquierda, a base de renuncias,
se ha hecho tan
pequeñita,
que por mucho
que se empine
no llega a los
engranajes que mueven el mundo.
Si quienes
podríamos ser de izquierda
nos hemos
acostumbrado a la injusticia,
y hemos
normalizado la desigualdad y la explotación.
Qué tiene de
extraño
que todos los
demás ya voten a Vox.
Antonio Orihuela. El fuego desde el otro lado. Ed. La tortuga búlgara, 2023
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