18 oct 95
Acabo de leer en el
periódico
–entre otros ecos
sociales algo frívolos–
que ya son veintinueve
los que han muerto en
Asturias este año.
Diversos son los
hombres y diversas
las mujeres,
y han convenido
muchas formas distintas
a sus muertes
tempranas.
Recuerdo,
sobre la tierra hozada,
cadáveres tronchados
por las vigas
de algún
derrumbamiento,
trozos
de ser
humano entre los restos
de un estallido de
grisú,
vagonetas que aplastan
sus esternones como
barro
que deja de latir.
Ya
no
hay
clases,
asegura
el portavoz de los
patronos.
Es,
simple
mente,
la estricta división
técnica del trabajo:
que unos son llamados
para morir,
que otros
para
continuar tirando
todavía:
alguien debe quedar que
avente
las trizas consumadas.
Cada cual tiene
éstos el gas para la
forma
de su muerte,
aquéllos
el buen mullido ambiente
para poder seguir su
vigilancia
del beneficio.
Veinti-
nueve.
A veces,
ya que no nos descubren
la razón de sus vidas,
tan poco estimulantes,
ofrecen sus esquelas
los periódicos:
acaso sin saber,
nos informan acerca
de cómo son las cosas
en España.
Nadie se da
por
enterado.
(De Los filisteos juegan con fuego;
2001)
Han salido a nosotros, 2
Éstos que acaso aquí se
pierden
para el sendero que se
anuncia
no son como esperaste
que iban a ser los
hombres y mujeres
que aguardabas detrás
de tus agobios:
tapiado en el olvido
del mundo que crecía
sin que tú lo supieras,
el futuro era un riesgo
que hablaba a tu
coraje,
a tu afán de seguir sin
tregua,
de hacer de tu
nostalgia
de la vida madura un
acicate
tenaz de la memoria.
Saber era la acción que
era preciso
levantar entre todos
para poder librarnos de
la abulia
que nos dejaba
exánimes.
Pero fuimos vencidos
desde dentro.
(De Pasa la voz, hermano;
2000)
Poemas de Salustiano Martín. En: Disidentes, antología de poetas críticos españoles (1994-2014). Ed. La ovejaroja. Madrid, 2015. selección y edición de Alberto García Teresa.
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