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Cuando yo tenía veinte años
habíamos ganado las batallas contra las centrales
atómicas
y contra la caza de ballenas
Ahora
a mis casi cincuenta
crece la fuerza de quienes quieren seguir fisionando
uranio
e Islandia se pone de nuevo a descuartizar rorcuales
después de dos decenios
Dan ganas
de esconder la cabeza entre tus muslos
y no salir de tu alcoba nunca más
Lo malo es que si lo hiciéramos
pronto estarían llamando a la puerta
el gestor de residuos nucleares
y el arponero japonés
Y sería pronto
más pronto que tarde
Salvo seguir luchando
no hay refugio mi amor
no hay
refugio
Ni siquiera el querido albergue de tus muslos
ni siquiera el calor hospitalario de tu alcoba
ofrece otra cosa
que un abrigo provisional
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Extenuante,
esta labor
tan
sisíficamente humana
de
buscar salida
a
los callejones sin salida
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Y
como regalo de cumpleaños:
un
mundo
relativamente
pacificado
(donde
defino esa
pacificación relativa como:
situación
donde uno
pudiera
dedicarse otra vez al pensamiento abstracto
sin
sentir asco y vergüenza
de
sí mismo)
Jorge Riechmann. Himnos craquelados. Ed. Calambur, 2015
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