Primero vinieron a…
Primero
vinieron a especular con la vivienda, y yo no hablé porque era propietario.
Después
vinieron por los derechos sociales y laborales, y yo no hablé porque no me
importaba ni lo uno ni lo otro, puesto que yo pertenecía a la clase media.
Después
vinieron a rescatar a los bancos (al menos, eso dijeron al principio), y yo no
hablé porque estaba viendo la Eurocopa.
Después vinieron
a por mis hijos, y, para ese momento, ya no quedaba nada que pudiese darles de
comer.
Una
guerra muy extraña...
Era una guerra muy extraña...
No había tiros
—sino muy de tarde en tarde—
y sin embargo, el número
de heridos no cesaba
de aumentar, y las bajas
se contaban ya por cientos
de miles quizá.
Bombas
no arrojadas, eliminaban
limpiamente a la población,
sin hacer trastabillar una ventana.
Hombres y mujeres se entregaban
voluntariamente (dada la situación),
y al instante,
eran convertidos en esclavos.
Decían que se avanzaba,
pero el retroceso era constante.
Era una guerra muy extraña...
Luchar por un mundo peor
no era quizá lo más estimulante.
Era una guerra muy extraña...
Y sin embargo, algunos insistían:
era preferible no estar vivo
a provocar que nos mataran.
Había que pagar la deuda,
una nueva forma de usura
con la que se enriquecían los de siempre:
La Banca y sus bastardos...
No era una guerra tan extraña,
sino la única,
la misma guerra de siempre.
Emprendedores
Mi barrio está lleno de emprendedores:
unos trafican con costo, otros con marihuana,
y algunos, más decididos (que los hay),
exportan materia blanca.
Mi barrio está lleno de emprendedores:
personas que buscaron en su interior las
soluciones.
Comprometidos con el medio ambiente
hay también expertos en la chatarra,
y esforzados servicios de cáterin
transportan productos frescos
del huerto ajeno a tu casa.
Mi barrio está lleno de emprendedores:
personas que buscaron en su interior las
soluciones.
Pero quizá, de entre todos, los más importantes:
los carteristas, los inversores en bolsos,
que impiden que el dinero se estanque,
y hacen que, de mano en mano, fluya constante.
Mi barrio está lleno de emprendedores:
de
entre todos, los mejores..
¿A qué llaman
terrorismo?
¿A qué llaman terrorismo,
cuando ellos, a diario,
instalan artefactos explosivos
en nuestros ya escasos derechos?
¿A qué llaman terrorismo,
cuando aplauden, con manos ensangrentadas,
y alegres, reivindican los atentados
en ruedas de prensa maniatadas?
¿A qué llaman terrorismo,
miserables, adictos a los sobres,
que mantienen el país secuestrado
mientras cobran el rescate a los pobres?
¿A qué llaman terrorismo,
ellos, que roban el futuro, el presente, el
pasado;
que siembran el pánico
entre los
hombres y los niños, las mujeres, los ancianos?
¿A
qué llaman terrorismo,
a
quiénes llaman terroristas,
pazguatos,
adoradores de santos,
de
la Inquisición y, en general, de la Mentira?
Narcolepsia
Barcelona es una ciudad de uno coma
siete millones de habitantes (y bajando) donde hace 44 años que me pudro.
Aquí, a la botiga més gran del mòn, tancada
—ahora— por reformas:
un día os lo explicaré, el que passa, és que ara no toca;
donde el fútbol arrastra, semanalmente,
oleadas de reses transhumantes, y donde, en cambio, verás siempre las mismas
caras en cualquier manifestación;
donde todo el mundo lucha, por separado,
contra su propio ego: aquí hallarás grandes expertos en el arte del no hacer,
ni tampoco dejar hacer;
donde la policía se emplea con
facinerosa contundencia y la pobreza retrocede, avergonzada, y se oculta tras
los párpados, bajo la alfombra, y allí se amontona y palpita, como una bomba a
punto de estallar;
donde los arios vienen a beber y a
vomitar, y donde la gente pide también, un
barri digne;
donde —no quiero redundar siempre en lo
mismo— se detiene a
los carteristas, y se honra a aquellos (de buena familia) que perpetraron los
mayores desfalcos;
donde los edificios devoran a sus
moradores y, en cuyas plazas, los niños se volatilizan ante la perpleja mirada
de sus padres;
donde el ambiente cultural es cada vez
más pijo y a los artistas se les exige tanto, pero nunca se les paga. Ya se
sabe: trabajan por amor al arte…;
donde nunca tuve hijos, mientras otros,
que los tuvieron por mí, se olvidaron de luchar por su futuro;
donde fui explotado de mil maneras
distintas, y donde me fui o me echaron de casi todo, por no dar el perfil, o —mejor dicho— por ir siempre
de frente;
donde mis cualidades no fueron nunca
valoradas, o fueron siempre subastadas a la baja;
donde vi crecer y prosperar a infinitos
miserables que alardeaban de su hedionda fetidez; y donde vi también a
multitudes que los seguían, enardecidas;
donde —candil en mano— Diógenes sigue
buscando, en los mercados, una sola persona honrada…
LÁGRIMAS
EN LA LLUVIA*
Es
toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Es lo que significa ser un
esclavo.
Yo
he visto cosas que vosotros os negabais a creer mientras se inflaba la burbuja
inmobiliaria.
Desahuciar
familias en llamas más allá de la estrella de La Caixa, la nebulosa de la Cam,
los agujeros negros de Bankia, CCM, Catalunya Caixa, Caixa Galicia, BBK Bank...
He
visto reyes, políticos y banqueros, grandes empresarios, caciques, obispos y
consejeros, maniobrar en la oscuridad y llevarse nuestro dinero, y con él,
nuestros derechos sociales y laborales, dejándonos a las puertas de la ruina.
He
visto flamantes aeropuertos, Ciudades de
la Cultura, bibliotecas de diseño, inacabados campos de fútbol, urbanizaciones
en el desierto;
He
visto reyes que se alzaban sobre golpes de estado que, en realidad, ellos mismos
orquestaron;
He
visto infantas de naranja, de cola y de borbón, con zero imputaciones;
He
visto coleccionistas de sellos, y he visto coleccionistas de sobres...;
He
visto comparecencias... sin comparecientes...;
He
visto políticos, con más empleos que horas el día;
He
visto interminables partidos de fútbol en los que sólo perdía la afición;
He
visto a expertos en buscar excusas, y en debatir, sobre el estado de la nación,
en los bares;
He
visto sindicatos financiados por el estado;
He
visto a Directores de Trabajo que se esnifaban y gastaban en putas el dinero de
los parados.
He
visto a defensores de la independencia demasiado... dependientes del dinero...
He
visto a personas condenadas a prisión por comprar comida con una tarjeta ajena,
y he visto también a ristras de chorizos indultados por robos millonarios, o
exculpados de delitos fiscales que, fulgurantemente, prescribieron;
He
visto a mafiosos quejarse amargamente de lo dura que resulta la vida en España,
a causa de las obligadas comisiones a los políticos;
He
visto a inocentes condenados y a cínicos no culpables;
He
visto atentados... de falsa bandera, y he añorado, los de auténtica;
He
visto a inversores de empresas privadas al mando de servicios públicos;
He
visto a mandatarios, que tuvieron cargos públicos, en consejos de
administración de las empresas que privatizaron;
He
visto a la policía defender a los ladrones, apalear cobardemente a los jóvenes,
a los viejos, a los niños;
He
visto infinitas reformas laborales, leyes de educación, de alquiler... donde
siempre se castiga a las víctimas, y nunca a los culpables;
He
visto subir los impuestos a los pobres, y perdonarlos a los ricos, no sea que
se lleven el dinero a un paraíso fiscal;
He
visto —y he vivido en— un universo
paralelo, donde todo es siempre al revés, o del modo más absurdo, zafio y
repugnante.
Todos
esos momentos se alternarán en el tiempo: de aquellas lluvias, estos lodos.
Es
hora de luchar.
*: basado en
una idea del Programa
de Ràdio Sant Vicenç, 90.2, “Rebelión en la
Granja”. (Éste es un poema
conjunta, podéis participar a través del blog de LRR y de la página de Facebook
“Lágrimas en la Lluvia”, https://www.facebook.com/lagrimasenlalluvialrr).
José Icaria. La Rima de Riesgo. Ediciones Bio Lentas. 2015
Imágen: poema visual de José Icaria en Greatest Tweets. Aforismos (y otros ritmos afro). Ediciones Bio Lentas. 2015
contactos: joseicaria@gmail.com
Imágen: poema visual de José Icaria en Greatest Tweets. Aforismos (y otros ritmos afro). Ediciones Bio Lentas. 2015
contactos: joseicaria@gmail.com
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