documentos de pensamiento radical

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martes, 15 de septiembre de 2015

AUTOCONSTRUCCIÓN (VIII)




“La crisis ecológica es la expresión biosférica de una profunda crisis cultural, una crisis derivada del modo en que percibimos nuestro lugar en el mundo. Buscamos el sentido de la vida en la acumulación, mientras el mar se vacía de peces y la tierra de fauna y flora silvestres. Liberarnos de la idolatría del consumo y del crecimiento por el crecimiento requiere transformar el imaginario personal y colectivo, transformar nuestra manera de entender el mundo y de entendernos a nosotros mismos. Un criterio para ello es abandonar la sed de riqueza material a favor de otras formas de plenitud. No se trata de ascetismo. Al fin y al cabo, la revista Décroissance lleva como subtítulo Le journal de la joie de vivre.”[1]

Lo que necesitamos no queda por debajo de una revolución cultural:

“Una radical reorientación de la especie humana, desde la carrera actual literalmente insensata hacia una condición de equilibrio, de la competición a la cooperación, no sólo pide una reforma de la economía, sino una revolución cultural, o incluso antropológica. Un desarrollo de la conciencia, en lugar de un crecimiento de la potencia. Del ser, en lugar del tener. El final del paradigma economicista, es decir, de la autonomización de la economía, para reintroducirla en el ámbito de una sociedad que haya recuperado la conciencia de los límites naturales y la necesidad de solidaridad social.”[2]

El problema es que no bastan –ni de lejos— las apelaciones bienintencionadas a la transformación personal. “Tratar de cambiar el mundo simplemente cambiando el corazón del hombre y de la mujer, sin cambiar las estructuras, puede constituirse en una excusa para dejar todo como está”.[3] Por decirlo muy brevemente: no es un asunto de autoayuda, es un asunto de luchas sociales.[4]

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no solamente necesitamos fomentar organizadamente el consumo responsable, sino también la socialización responsable de los medios de producción (de una parte esencial de los mismos).

¿Soberanía del consumidor? ¿Poder de los consumidores? Sólo se podrían poner esperanzas en algo así si la masa de consumidores no fuese ella misma un producto del capitalismo corporativo. Los conglomerados de poder empresarial manufacturan las subjetividades de los compradores de mercancías, igual que manufacturan las mercancías... La posible trampa en el decrecimiento es el simple consumerism: hemos de ser conscientes de ella y estar atentos para desactivarla.

No podemos confiar en el poder de los consumidores: sólo en el de los ciudadanos y ciudadanas. 

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“Tendría que haber llegado para cualquier persona dotada de sentido moral, y para todos, el momento de disociarse. Prerrequisito para una acción disconforme, realmente innovadora e incisiva. Para evitar el suicidio en masa o la narcotización de los individuos, haría falta un salto en el imaginario social, colectivo. (…) Una idea de sociedad (no un modelo preconfeccionado en abstracto por presuntas vanguardias) abierta, autodeterminada y capaz de autogobierno. Un modelo de relaciones voluntarias, cooperativas, no mercantilizadas. Un nuevo comunitarismo y un nuevo humanismo capaz de contemplar la Tierra, que supere el pensamiento dualista mente/ cuerpo, hombre/ naturaleza. Una transfiguración de la actual condición antropológica. (…) Para salir del armazón cultural, psicológico, social y político de la modernidad contemporánea (crecimiento destructivo, homologación deshumanizadora, violencia sistemática) nos vendría bien un pensamiento realmente herético capaz de concebir lo inconcebible, de expresar lo inefable y de actuar con voluntad de no-potencia.”[1]




[1] Paolo Cacciari, Decrecimiento o barbarie, Icaria, Barcelona 2010, p. 19-20.



[1] Jordi Pigem, Buena crisis, Kairós, Barcelona 2009, p. 58.
[2] Giorgio Ruffolo, “Il capitalismo è un treno in corsa verso un abisso”, L’Espresso, 7 de julio de 2006.
[3] Moacir Gadotti, Pedagogía de la Tierra, Siglo XXI, México 2002.
[4] Aunque, para no ponernos las cosas demasiado fáciles, recomiendo meditar atentamente la advertencia del gran Serge-Christophe Kolm: “Mucha gente ha visto que hacía falta ‘cambiar al ser humano’. No hablemos de quienes intentaron hacerlo a la fuerza, y por tanto contra la libertad y la felicidad –incurriendo por el contrario en crímenes sangrientos. Pero quienes lo intentaron con sinceridad en general pensaron que bastaba con cambiar las condiciones externas de los individuos. Ahora bien, las condiciones externas de una persona son, de entrada, las demás personas. Se trata por tanto de una imposibilidad lógica, y de tal error se derivan los mayores dramas del siglo XX. La única solución es la autotransformación libre de cada uno, donde otras personas no intervienen más que para dar consejos sobre la forma de conocer y dirigir la mente de uno.” Serge-Christophe Kolm, entrevista “Un bouddhisme profond pour le monde moderne”, revista Aurores 39, enero de 1984.



Jorge Riechmann. Autoconstrucción: la transformación cultural que necesitamos. Libros de la catarata. 2015

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