“La crisis ecológica es la expresión biosférica de una profunda crisis cultural, una crisis derivada del modo en que percibimos nuestro lugar en el mundo. Buscamos el sentido de la vida en la acumulación, mientras el mar se vacía de peces y la tierra de fauna y flora silvestres. Liberarnos de la idolatría del consumo y del crecimiento por el crecimiento requiere transformar el imaginario personal y colectivo, transformar nuestra manera de entender el mundo y de entendernos a nosotros mismos. Un criterio para ello es abandonar la sed de riqueza material a favor de otras formas de plenitud. No se trata de ascetismo. Al fin y al cabo, la revista Décroissance lleva como subtítulo Le journal de la joie de vivre.”[1]
Lo que necesitamos no queda por debajo de una
revolución cultural:
“Una radical reorientación
de la especie humana, desde la carrera actual literalmente insensata hacia una
condición de equilibrio, de la competición a la cooperación, no sólo pide una
reforma de la economía, sino una revolución cultural, o incluso antropológica.
Un desarrollo de la conciencia, en lugar de un crecimiento de la potencia. Del
ser, en lugar del tener. El final del paradigma economicista, es decir, de la
autonomización de la economía, para reintroducirla en el ámbito de una sociedad
que haya recuperado la conciencia de los límites naturales y la necesidad de
solidaridad social.”[2]
...//...
no solamente necesitamos fomentar organizadamente el
consumo responsable, sino también la socialización responsable de los medios de
producción (de una parte esencial de los mismos).
¿Soberanía del consumidor? ¿Poder de los
consumidores? Sólo se podrían poner esperanzas en algo así si la masa de
consumidores no fuese ella misma un producto del capitalismo corporativo. Los
conglomerados de poder empresarial manufacturan las subjetividades de los
compradores de mercancías, igual que manufacturan las mercancías... La posible
trampa en el decrecimiento es el simple consumerism:
hemos de ser conscientes de ella y estar atentos para desactivarla.
...//...
“Tendría que
haber llegado para cualquier persona dotada de sentido moral, y para todos, el
momento de disociarse. Prerrequisito para una acción disconforme, realmente
innovadora e incisiva. Para evitar el suicidio en masa o la narcotización de
los individuos, haría falta un salto en el imaginario social, colectivo. (…)
Una idea de sociedad (no un modelo preconfeccionado en abstracto por presuntas
vanguardias) abierta, autodeterminada y capaz de autogobierno. Un modelo de
relaciones voluntarias, cooperativas, no mercantilizadas. Un nuevo
comunitarismo y un nuevo humanismo capaz de contemplar la Tierra, que supere el
pensamiento dualista mente/ cuerpo, hombre/ naturaleza. Una transfiguración de
la actual condición antropológica. (…) Para salir del armazón cultural,
psicológico, social y político de la modernidad contemporánea (crecimiento
destructivo, homologación deshumanizadora, violencia sistemática) nos vendría
bien un pensamiento realmente herético capaz de concebir lo inconcebible, de
expresar lo inefable y de actuar con voluntad de no-potencia.”[1]
[1] Jordi Pigem, Buena crisis, Kairós, Barcelona 2009, p.
58.
[2] Giorgio Ruffolo, “Il capitalismo è un treno in corsa
verso un abisso”, L’Espresso, 7 de
julio de 2006.
[3] Moacir Gadotti, Pedagogía de la Tierra, Siglo XXI,
México 2002.
[4] Aunque, para no ponernos
las cosas demasiado fáciles, recomiendo meditar atentamente la advertencia del
gran Serge-Christophe Kolm: “Mucha gente ha visto que hacía falta ‘cambiar al
ser humano’. No hablemos de quienes intentaron hacerlo a la fuerza, y por tanto
contra la libertad y la felicidad –incurriendo por el contrario en crímenes
sangrientos. Pero quienes lo intentaron con sinceridad en general pensaron que
bastaba con cambiar las condiciones externas de los individuos. Ahora bien, las
condiciones externas de una persona son, de entrada, las demás personas. Se
trata por tanto de una imposibilidad lógica, y de tal error se derivan los
mayores dramas del siglo XX. La única solución es la autotransformación libre
de cada uno, donde otras personas no intervienen más que para dar consejos
sobre la forma de conocer y dirigir la mente de uno.” Serge-Christophe Kolm, entrevista “Un bouddhisme
profond pour le monde moderne”, revista Aurores
39, enero de 1984.
Jorge Riechmann. Autoconstrucción: la transformación cultural que necesitamos. Libros de la catarata. 2015
Jorge Riechmann. Autoconstrucción: la transformación cultural que necesitamos. Libros de la catarata. 2015
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