III
Alrededor, arriba y abajo,
dentro.
En la respiración,
en la opresión constante del pecho.
En tus sueños.
Madrid, sombra y presión atmosférica,
Madrid ruido
y miradas tensas
y gestos cortejando el conflicto.
Madrid el humo en la cara.
Ruido de muelas, de deglución,
a dos milímetros del oído.
Barra grasienta de bar,
donde hacer equilibrios
entre vagones atestados,
vestuarios sin ventilar.
Madrid, esquirol en un empleo absurdo,
inútil.
Madrid, las masas energúmenas
incapacitadas para la vida,
sobreadaptadas al odio y la exclusión.
Madrid, roce malintencionado,
desprecio de uno mismo
en el cuerpo de los otros.
Madrid, la forma incierta
convencida de su irrisoria individualidad.
Madrid, la búsqueda sin fruto de sí,
en el camino de aceras asoladas con billetes,
del yo a la masa.
Madrid, el muro de afonías.
Madrid el túnel siembre hacia abajo,
sin resolución ni sumidero.
Madrid, tropezar con metal y barro.
Madrid el grito bostezado
entre dedos que apuntan, semáforos.
«Madrid me mata»,
Madrid la muerte,
Madrid
y su millón de cadáveres entonces,
producidos en cadena.
Madrid murió en la infancia
y habitamos
—nos habitan, arruinándonos—
fantasmas derruidos,
peinados con plástico, neon, asfalto;
espectros que se reclaman Madrid.
¿Será posible huir de Madrid, si Madrid es el
color del mundo que el hombre construye
en su odio de sí?
XIII
Madrid es una ciudad
espía y rota.
Retazos de carne se amasan,
voluntariosos,
en la salsa de su sudor,
en el subsuelo,
en los ascensores,
en el reloj de fichar
y en las colas de los supermercados.
Retales de cuerpos,
animados por el flujo de capitales.
Un día mueren,
en un proceso
mesurado por estudios de mercadotecnia;
mueren y eso es todo.
Al morir,
quizá esperan algún agradecimiento.
Idiotas: los tornillos se fabrican,
usan,
gastan
y sustituyen,
sin ceremonias ni honor.
David San Martín. Calendarios. Reflector Libros, 2016
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