Interior
había
un adentro, yo lo habito. un adentro como de cámaras frigoríficas y
de acero. había un adentro, lo habitamos. un adentro con una sombra
vertical y el cuerpo de un ternero al final del camino y tú tirada
sobre la hierba mirando el horizonte y deseando no haber sido nunca.
sí, un adentro iluminado que invita a no salir, a no respirar
siquiera más de dos veces por minuto. había un adentro lleno de
lluvia, una casa con muros agrietados y gritos de muchachos casi
muertos, de donde sales tú cada mañana para decirnos que no debemos
entrar, que no debemos querer entrar porque no es agradable la casa
tomada, porque o hay balcones ni ventanas ni dos soles que iluminan
el cuerpos de los perseguidos. no, no, no me mires más con esas
cuencas de piedra, no nos digas que no quieres saber nada de los
ocasos y del viento azotando los cipreses. aquí no quedan tumbas
vacías que llenar ni saltamontes, aquí no quedan lagos ni animales
atrapados en las redes de pesca. había un adentro, hay un adentro lo
habitamos. un adentro de níquel y yodo. se llevaron todo lo pegado a
la tierra y ya no estás tumbada mirando el horizonte, se lo llevaron
todo y nos dejaron anclados a las venas. era negro, todo blanco, era
negro todo rojo, mientas un centenar de pájaros alzan el vuelo.
había un adentro y no puedes salir, un adentro sin salida y lleno de
nieve. blanco. un adentro blanco, sí, era blanco. o quizá gris o
quizá opaco. y tus dientes de leche cayendo sobre las rocas, cayendo
sobre el veneno, sobre la hierba. sería injusto que aullara el perro
toda la noche y tú lo sabes, sabes que más allá de estos cables
tiene que haber vida, quizás plazas, calles, casas, quizás bancos,
muros, piedras. alguien. al fin y al cabo, alguien. había un adentro
de coronas que ruedan por el suelo, de un silencio sublime sobre
estos campos, un adentro de insectos, de animales agazapados entre
dos tiempos. un adentro, un adentro.
y
nosotros perdidos, y nosotros querido hermano un recuerdo que se
desvanece como hormigas en el centro de un desierto
Exterior
había
un afuera lo recuerdo, un afuera lleno de oxígeno y de voces, de
oxígeno y de voces como de humanos que decían quédate
y serás por fin un hombre quédate y por fin serás,
lo recuerdo en un sueño lúcido, demasiado lúcido, sí, como si no
fuera un sueño lo recuerdo. allí una cárcel y miles de presos que
se fugan, miles de presos corriendo por el llano hacia no se sabe muy
bien dónde y cuatro o cinco o diez que caen a tierra con su gesto de
mármol y sus ojos granates. sí, sí, había un afuera, había un
afuera pero tú habías muerto, pero tú estabas muerta y sin embargo
un afuera. oxígeno. un afuera. allí la cárcel ya vacía. allí el
callejón con sus sobredosis y sus jueces levantando cadáveres y
quemando madera. allí, allí, un hospital y millones de virus en los
pulmones y millones de pasillos blancos blancos blancos con las
paredes blancas las cortinas
blancas las batas blancas el suelo blanco las camillas las sillas las
luces las sensaciones blancas blancas blancas. allí, allí un
hospital con su morgue y su formol, con sus estudiantes vomitando en
los aseos y su cáncer de laringe páncreas hueso lengua. allí una
plaza vacía. un muro sin pintadas ni carteles. allí un colegio y
miles de gargantas y sus pasillos grises grises grises con las
paredes grises y bla bla bla. había un afuera lo recuerdo, había un
afuera lleno de oxígeno con un enorme ojo y un centenar de pájaros
sobre el tendido eléctrico. pero tú estabas muerta y caminabas
hacia cinco mil kilómetros de hielo. había un afuera, lo recuerdo.
era negro, todo blanco; era negro, todo rojo. lo sé, conozco la
lluvia de yodo sobre nuestras cabezas. había un afuera lleno de
oxígeno y voces como de humanos. un afuera, un afuera, un afuera
y
nosotros perdidos, y nosotros querido hermano un recuerdo que se
desvanece como hormigas en el centro de un desierto
Raúl Molina. Idiomas de la sangre. Premis Universitat de VAlencia d'Escriptura de Creació. 2016
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