Luz y existencia
Con
la mirada velada
de
cataratas insistentes
observamos
la realidad que nos respira.
Llegamos
a distinguir
colores
que antes eran sorpresa.
Alcanzamos
a difuminar materias
petrificadas
sólidamente en la memoria.
Las
lágrimas se nos antojan
estrellas
agotadas
que
dan brillo a la incerteza
de
lo que antes era perfectamente visible.
Se
nos escurre entre los dedos
la
necesidad de tocar,
la
sorpresa de la caricia.
No
es necesario palpar la existencia
sólo
acceder a su luminosa belleza.
Piel
Nuestras
extremidades comienzan
por escamas
endurecidas
que
acomodan su ausencia
en la piel
que nos recubre.
Piel sin
engranajes, sin costuras
que se
adapta minuciosa
a nuestro
cuerpo,
oscureciéndose
por el astro
que nos
salva de la oscura
intemperie
del ocaso.
Una piel
que deja al raso
las
entrañas si es rasgada
por filos
culpables de la herida.
Y llora a
lágrimas de sangre
para
defender su unidad, aún las costuras.
Una
membrana que nos roza en el abrazo
y se
acomoda a la ternura de los otros
si
sensibles.
Piedra
Querer ser
de piedra
y olvidarse
de la sombra
mientras te
inclinas a la escalera
limitada
por el vacío.
Querer ser
de piedra
eternidad
sin sentidos
que se
aferren a la piel
y la
dibujen de entrañas.
Querer ser
de piedra
aplastar
todo lo que sobra
mientras el
abismo
se hace
hueco que nombra.
Mundo o infierno
El mundo
acaba de
morirse en una acequia,
y sigue
pudriéndose
en el cementerio.
Las
palabras
sólo son
dibujos desafortunados
en una
diminuta hoja
que causa
la muerte
del
amazonas.
El silencio
se espesa y
se acomoda
en un bote
de pintura
que un
pincel rozará sin saber
de su
infortunio.
La vida
es esta
corta pausa que nos deja soñar
con una
libertad inalcanzable
que danza
cada noche en el infierno.
Montserrat Villar González - Juan Sebastián González. Aprehenderse. (Dialogos entre poesía y pintura). Ed. Amargord, 2017
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