Vivimos
en un estado de derecho.
España
es una democracia consolidada,
con
libertad de expresión y prensa.
No
hay contabilidad B en el PP.
Las
concertinas no cortan.
Cándido
Méndez es inocente
del
desprestigio de los sindicatos.
No
se ha destruido empleo gracias
a
la reforma laboral.
Rajoy
no ha cobrado sobresueldos.
La
justicia es igual para todos.
La
externalización no es privatización
y
el PSOE ha vuelto, compañeros.
El
PSOE ha vuelto.
La revancha
Perdimos
la Guerra Civil. Perdimos
la
Transición. Perdimos elecciones,
tres
Champions y el neocapitalismo.
A
ver si ahora al menos ganamos
aunque
sea la luz o los trienios.
In media veritas
Vivo en los extremos, me gasto todo
mi dinero en spas y cocaína.
Obsolescencia programada
I)
Los años dejaron de tener forma de tarta
cuando cumplimos los veinticinco
y nos convertimos, aproximadamente,
en aquello que odiábamos a los quince.
Al cumplir los cuarenta, llegó el miedo
a la muerte, el Euríbor y los cambios.
Las noches dejaron de tener curvas
cuando nos apuntamos a Pilates
y aprendimos cuatro marcas distintas
de detergente y cereales con frutas
para ir mejor al baño a primera hora
Nunca fuimos quiénes nos creíamos
ni usted tuvo una ligera idea
de con quién estaba hablando:
somos los nietos de una generación
degenerada que busca excusas
para disculparse del exceso
de indolencia que nos atenaza.
II)
Tal vez ser libre consista en esto:
un simulacro con buenos gráficos
al que es más fácil jugar en pareja
y en el que, mientras se tenga suerte
y dinero, quedarán vidas.
III)
Y cada uno luchó por su cuenta,
abrió su blog y editó su libro,
preparó sus opos y dio sus clases.
Cumplimos los treinta,
nos casamos y divorciamos
y, antes de darnos cuenta,
votábamos a la derecha
y perdíamos una guerra
en la que ni siquiera sabíamos
que habíamos peleado.
IV)
Ay, mi pobre
generación de mierda
que paga su
miseria a plazos:
creyó que
podría vivir de las rentas
y al final
acabó muriéndose del asco.
V)
Llenamos las casas de nuestros padres
de cientos de cintas escritas a boli,
y decenas de CDs a mil pesetas
para luego comprarnos un tocadiscos
carísimo que no usábamos casi nunca
y aprendernos todas las letras
de aterradores canciones infantiles
que no gustaban ni siquiera a los niños.
Hoy nos da vergüenza pedir en los bares
una canción de Extremoduro.
Víctor Peña Dacosta. Inéditos
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