IV (La autopista)
Estás en la
autopista y el coche te obedece,
no vas a
ningún sitio,
todos los sitios
pasan y pasan a tu lado,
todos los
sitios son el mismo sitio,
ves las
indicaciones, los rótulos,
y ves los
edificios en obras con sus grúas,
montones de
ladrillos,
una gasolinera, anuncios:
has salido a
la calle sin pisar la calle,
el ascensor
te lleva
hasta el lugar
donde te espera el coche,
te baja a la
cochera,
no tienes
que saludar a nadie,
de tu casa a tu coche,
de tu coche a la calle,
de una calle a otra calle,
sin saludar
a nadie estás en la autopista
y notas que
el coche te obedece,
sus ruedas
giran, gira el motor,
los motores
se mueven, no se cansan,
son máquinas
que están girando siempre:
el mundo
está repleto de motores,
las casas
están llenas de motores,
hay motores
en todos
los rincones del mundo,
hay uno en
la nevera,
la lavadora
también tiene un motor,
y los
ventiladores, la caldera,
el microondas, los relojes,
tu maquinilla de afeitar,
el aparato de la música,
la cafetera, el horno,
un secador de pelo,
exprimidores, batidoras,
todo está
lleno de motores,
el mundo es
un motor,
sólo existen motores,
es más fácil
encontrar un motor
que encontrar un amigo,
la puerta
del garaje también tiene un motor,
y te obedece
siempre,
hará lo que tú digas,
y se abre o se cierra,
si se rompe
alguien viene
deprisa y la repara,
todo está en
movimiento,
todo gira y se mueve,
todo está en movimiento menos tú,
que ahora
corres por la autopista
en dirección a cualquier parte.
V (La
chocolatina)
Ahora estás
esperando tu turno,
estás en la
gasolinera,
en la cola de una gasolinera,
delante de
la caja esperas que te toque,
te aburres,
te aburrías,
siempre estás aburrido,
te mueves de
un sitio para otro,
te levantas
de la cama para ir a la cocina,
sales a la
terraza para mirar la sierra,
vuelves a la
cocina o regresas del baño,
vas de tu
corazón a tus asuntos
y te has
parado ahora en la gasolinera
porque querías parar en algún sitio,
llevas en la
mano un periódico
y ahora
miras la caja de las chocolatinas:
son
brillantes y rojas,
siempre hay chocolatinas
al lado de las cajas,
en las cajas
de los supermercados
también hay chocolatinas,
habrá
chocolatinas también en las farmacias,
y chicles,
caramelos
de menta, refrescantes
caramelos de menta,
máquinas de
afeitar de un solo uso,
por todos
los sitios hay chocolatinas,
todo está
lleno de chocolatinas y de ofertas,
sólo hay
ofertas, nadie te pide nada,
te ofrecen
lo que sea,
nada quieren de ti,
de ti no quiere nadie nada,
sólo quieren
que compres baratijas,
y la cola
está quieta, no se mueve,
tenemos un
problema,
nos dice el responsable
de la caja,
tenemos que
llamar al encargado,
insiste con
su cara de elefante griposo,
cara de hereje o juez,
pocos amigos, malas pulgas,
cara de perro perseguido,
miras al
encargado cuando llega,
siempre hay un encargado,
en todos los
sitios hay un responsable,
un
responsable oculto o escondido,
un responsable acecha,
miras las
chocolatinas y miras el periódico,
delante de
ti hay una rubia,
delante de ti y espera como tú,
una rubia que se pone nerviosa,
y abandonas
la cola,
lleva un niño pequeño de la mano,
abandonas el
periódico
y el niño te mira fijamente,
te acercas a
la puerta,
y el niño cuchichea con la rubia
que debe ser su madre,
o su hermana mayor, tal vez su abuela,
y el niño te
acusa o te delata,
te acercas a tu coche,
lo arrancas
y te alejas, nada llevas contigo
hasta que
sacas del interior de tu chaqueta
una
chocolatina roja
y con cuidado empiezas a comértela:
procuras
mantener el volante en las manos,
no quieres
que tu rumbo se rompa
todavía.
XVI (El
ambulatorio)
Ahora
estarás en el ambulatorio,
un centro de salud,
consulta médica,
es un
pasillo inmutable y apático,
luz decaída, nada nuevo,
querías
refugiarte en algún sitio
y entraste
en un ambulatorio,
los
ambulatorios son eso:
lugares
donde hacer una pausa,
parecen
transitorios, son lugares
de paso o
estaciones de tren,
una sala de espera
donde mirar
el hueco de un tiempo que se esfuma,
y estás en
una silla al lado de un anciano,
esperando tu
turno imaginario,
el turno que no tienes,
estás
matando el tiempo, no sabes dónde ir
y escuchas
lo que hablan:
necesitaba
otra receta,
me falla la
rodilla,
siguen las
mismas náuseas,
el padre que
acaricia el pelo de sus hijas,
la mujer que
está ausente, despeinada o llorosa,
y el anciano
que dice palabras para nadie,
una frase difusa,
una queja, otra queja,
sus gafas
reparadas, esparadrapo, alambres,
el cristal
con fisuras, calcetines caídos,
palabras hacia el suelo:
con sus
labios no saben sino decir palabras,
sólo tienen su queja,
los miras
porque sabes que son como un espejo,
son como tú,
y esperan,
no saben lo que esperan,
alguna solución, una salida,
una buena noticia,
la cita del análisis,
lo que traiga la sangre,
una cama más limpia,
bajar la fiebre un poco,
que se vayan las náuseas,
no saber, no sentir,
no necesitan
demasiado, se contentan con poco,
si quisieran
podrían levantarse y volar,
si pudieran
volar, ¡ah, si pudieran volar!,
tal vez nunca lo harían.
XIX (Los
consejos)
Andando por
la calle no sólo mirarás la calle,
también
recorrerás tu pensamiento,
el laberinto de la infancia,
el sitio
donde yace la fundación del mundo,
y hay
consejos, consignas, un recuerdo enojoso,
premisas indelebles,
te las decía
tu madre, las repitió tu abuela:
no toques
los enchufes, no juegues con los grifos,
no le abrirás la puerta a nadie,
a la ventana no te asomes,
no te
olvides las llaves, no bebas agua fría,
no pongas los pies sobre la mesa,
no digas nunca que estás solo,
di que tu madre está dormida,
se ha tomado una píldora y que
vuelvan más tarde,
que vuelvan otro día,
no respondas
preguntas, no me acuerdo, no sé,
no te pares, no mires,
nunca señales con el dedo,
no le digas
a nadie que estás solo:
tanto te lo
dijeron que nunca lo olvidaste,
y agachas la cabeza todavía,
y asientes disintiendo,
coacción o
firmeza, y te callas, te callas,
y no le
dices nunca a nadie que estás solo.
José Carlos Rosales, Si quisieras podrías levantarte y volar. Ed. Bartleby, Madrid, 2017
También dentro de ti hay un motor... ¿que harás antes de que se pare para siempre?...
ResponderEliminarEcharme al monte, echarme novia, ir a verte...
ResponderEliminarA echarse al monte me apunto, a echarme novia también, y si vinieras a verme serás bienvenido...
EliminarJa, ja, ja... pues cuenta con que algo haremos a finales de junio... abrazos!!
ResponderEliminarMelancolía de la buena, José Carlos. Me reconozco en tus poemas. Nos vemos. Un abrazo
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