Hay días en que los perros me saludan
mentía en la radio una muchacha metida a cantante.
A su lado, en el túnel de lavado,
mientras espero mi turno,
se ha acercado un perro que lleva al cuello una gruesa cuerda,
rota a dentelladas,
de la que cuelga una cadena.
No apoya una de las patas traseras,
cicatriza allí, a lametones,
una vieja herida mal curada.
Le sangran las almohadillas
y camina, vacilante y triste,
hasta el agua de los difusores
de la máquina lavacoches.
–– “Hay días en que los perros me saludan
y yo creo en el amor”,
sigue cantando
la criatura de la radio.
No creo que hoy sea uno de esos días,
pero mira, Daniel, el túnel de lavado
no solo sabe cantar El Sutra del Diamante,
también apaga la sed de los esclavos.
Hay días en que los perros me saludan,
en nuestro triste siglo,
con lecciones como esta,
por si nos cansamos un día
del triste papel de observadores.
Antonio Orihuela
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