Hay demasiadas palabras de quienes no deberían tener derecho
a abrir la boca.
Hay demasiadas palabras de quien está convencido de que vales
treinta euros
y de que esta guerra es contra el terrorismo y no por gasolina.
Hay demasiadas palabras atrapadas por la productividad,
el consumo, el poder
y el sé tú mismo.
Y es terrible, que en este mundo, sean los violentos
los únicos que tengan
el derecho a la palabra,
que ninguna palabra
sea para consuelo de las gallinas de crianza industrial,
las vacas lecheras tratadas con hormonas recombinantes,
o los envenenados por la guerra, la colza,
la encefalopatía o la publicidad.
Ninguna palabra para la tierra arrasada y exhausta,
ninguna palabra para la sed de ¾
partes del mundo.
Ellos tienen cada vez más palabras
y nosotros tenemos cada vez menos tiempo.
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