documentos de pensamiento radical

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viernes, 13 de noviembre de 2015

2 poemas de LOS EXENTOS de JUANJO BARRAL




Heredad


Baja por la calle Asturias
con sus quince años recién vestidos
de falda gris y medias y jersey granate de colegio privado concertado
y es
igual que su madre
casi
cuarenta años atrás
cuando yo también
y tampoco
llegué más allá
del uniforme
con ella.





*




Una pena grande


Fue en la Plaza de Porlier.
Serían las 2 de la tarde y estábamos
tomando unas cervezas
-un día maravilloso de mayo-
cuando llegó J.

Hacía mucho que no lo veíamos.
Es más,
yo pensé que ya estaba muerto
(como tantos otros colegas
que se acercaron demasiado
al abismo de las drogas
hasta caer).

Muchos años antes
había estado a punto de buscarnos
una ruina en condiciones
-con conocimiento de causa,
reconozco-
guardando en nuestro piso de estudiantes
los huevos de hash
que subía del moro y pasaba
de culero.

En aquella época salía con una amiga
(que creo que vive para contarlo, que lo supo dejar
a tiempo,
y en buena hora).

Le gustaba lo mejor
de lo peor.

Un día J. tuvo un grave accidente de tráfico
después de meterse un chute de farlopa.

Por entonces ya tenía el sida
(y una importante sobredosis
de desesperación añadida).

Todo lo estaba matando, vaya.

Así que nos sorprendió (para bien) cuando le vimos
venir hacia nosotros.

(J. había sido sin duda uno de los tipos más atractivos
que he conocido,
pero ahora parecía… no sé,
vivo a medias.)

Le invitamos a comer.

Recuerdo que le costaba todo una barbaridad:
moverse, hilvanar una frase,
mirarnos.
Tampoco tenía dinero.

Recuerdo bien lo mucho que nos costó despedirnos.

Porque sabíamos que podía ser la última vez
(lo estaba siendo concretamente para mí).

En el instante en que escribo esto
me encanta pensar que algo de aquello
mereció la pena,
tanta
pena.





Juanjo Barral




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