Vistos desde las alturas de sus grandes edificios, los
neoyorquinos parecen hormigas; vistos desde abajo, se confirma que lo son.
Desfilan por las calles frenéticos, la mirada fija, con un único y terrible
objetivo: sobrevivir. (…) Todos están en una carrera permanente por conseguir
dinero, más dinero. La sonrisa, si se da, no es sincera: es un arma de codicia
más. Nada es gratis. Todos quieren sacarte algo. Si no hay nada que sacar, no
existes.
España es más civilizada porque tenemos
otro concepto de lo que es importante en el tiempo que nos toca entre nacer y
morir. Queremos dinero, pero queremos otras cosas también. Pausar, charlar,
disfrutar del calor humano. Nunca seremos tan ricos como ellos, pero somos más
felices -y más dignos-. El animal hispano está en una fase de evolución
superior al animal neoyorquino. Hemos salido de la jungla y aprendido el valor
de saber vivir.”
(...)
En el parágrafo anterior ya sugerimos que la reducción de la crueldad y la
violencia –tanto directa como indirecta— sería un importante criterio de civilización,
en mi opinión el más importante. Podemos extraer otros tres más de la reflexión
que se ha desarrollado en capítulos anteriores de este libro, y el resultado sería
la combinación de los cinco criterios siguiente:
1. Reducción de la crueldad y la violencia,
tanto directa como indirecta: no-violencia y no-dominación.[1]
2. Aumento de la inclusión, del “nosotros”, vale decir expansión del círculo
donde somos iguales. Formación de “conciencia de especie”, por tanto –y noción
de igualdad más alla de la especie.
3. Mejora de la situación de los más débiles, con atención especial a la
situación de las mujeres y los animales no humanos.[2]
4. Transmisión cultural compleja, con enriquecimiento
progresivo de las culturas humanas que irían a la vez asumiendo su pasado y
dialogando entre sí.
5. Retracción del “reino de la necesidad” y avance del “reino de la
libertad”
(lo que no supone sino reformular el criterio de Carlin en términos marxistas).
Esto requiere cierto nivel de seguridad
existencial y bienestar material, que desde luego no puede identificarse con el
insostenible “nivel de vida” que las sociedades euronorteamericanas desarrollaron
en la segunda mitad del siglo XX. Un nivel moderado de producción industrial
con tecnologías de alcance intermedio sería deseable (a mí no me gustaría
prescindir de los antibióticos ni de la lavadora eléctrica, de la bicicleta ni
de la cirugía avanzada, del motocultor ni de los marcapasos), pero sólo si
pudieran darse dentro de economías homeostáticas (steady-state economics)
capaces de operar con un flujo metabólico (“transumo” o throughput) que
no fuese sino una pequeña fracción del actual.
(...)
TRES CAMINOS
- En el plano emocional,
desarrollar la sim-patía y com-pasión por todos los seres, más allá del
círculo estrecho de los seres cercanos
- En el plano
intelectual, comprender la complejidad, interdependencia y ecodependencia
de los sistemas que somos, y de los sistemas donde vivimos
- En el plano espiritual,
cuestionar la egocentricidad y tratar de vivirnos desde un “yo ecológico”
(...)
se
trata de trenzar vínculos de solidaridad ante la barbarie que avanza.
(...)
No
se trata de “desarrollo sostenible”, sino de vivir bien con menos.
Jorge Riechmann. Autoconstrucción. La transformación cultural que necesitamos. Ed. Catarata, 2015
[1] Sugiere Antonio Campillo que “sólo
mediante la conjunción de justicia y perdón es posible interrumpir la espiral
de la violencia. Solo de este modo es posible desprenderse del daño
padecido y no responder a la violencia con violencia. Hay sociedades que se han
visto sometidas a formas extremas de violencia (guerras civiles, dictaduras
militares, regímenes de segregación racial, secuestros y matanzas por parte de
grupos armados, etc.), y que sin embargo han sido capaces de poner en marcha
‘políticas del perdón’, como las ha llamado Sandrine Lefranc, basadas en la
combinación de justicia y perdón, reparación y reconciliación. A estos procesos
se les ha dado el nombre de ‘justicia transicional’, precisamente porque
pretenden transitar de la violencia a la justicia.” Campillo, “Diez tesis sobre
la violencia”, op. cit., p. 73.
[2] No me parece inadecuada la
sintética contraposición del “fuerte frente al débil”, pero naturalmente ello
no significa ninguna complacencia en el ideologema de las mujeres como “sexo
débil” –en bastantes sentidos serían más bien el “sexo fuerte” frente a los
varones--: es una manera breve y pregnante de señalar que bajo el patriarcado
se hallan estructuralmente desfavorecidas. Análogamente respecto a los seres
vivos no humanos: en un sentido muy obvio, las bacterias son seres vivos mucho
más fuertes que los humanos…
No hay comentarios:
Publicar un comentario