Paseaba entre las farolas en la
noche y comentaba con el indolente número 4, aquel que antes era el 13, la
lamentable situación de la poesía oficial en España. Sin ir más lejos este año
se han publicado obras de autores importantes, con reconocidos nombres, que han
acaparado las reseñas y menciones de los suplementos, pero ninguna de ellas
aporta nada, dicen nada, son nada, vacío. Es como la poesía plana de los
tiempos remo-tos: correcta construcción y menos vida que el topo que ha caído a
la piscina y muere intentando subir los escalones sin vista, sin mirada, sin
acción.
Unos dicen que el culturalismo ha
muerto, otros inventan los términos rurales para autodefinirse sin llegar a la
categoría de crucigramas, los hay que siguen buscando en la luz divina la
inspiración mediática.
La razón de la palabra poética es
la lírica de la emoción y del misterio. Es la fuerza del topo para salir del
agua con humildad y respeto, en silencio y soledad, poco a poco hasta que lo
consigue.
Ahora viajo por algunas ciudades
para analizar las mafias literarias que habitan en ellas. Me acompaña el
indolente número 4 y algún que otro soplón con forma de equinoccio. Todo cuanto
acontece en la poesía de ese puñado de tierra pasa por sus manos. Tanta
divulgación, redes sociales, medios de comunicación, apariciones, propaganda
barata y efímera. Cuando pasen cincuenta años volveremos a leer a Dante y
compañía. No hay que salir de ahí. Lo de ahora nada aporta.
Es tarde. Ha llegado la luz encima
de una nube. La luz es la humildad, la nube su destierro en soledad. No hablan,
es el silencio. La pasión es un arte, la poesía que se escribe ahora en España
los ojos de un topo. Ciega.
CINCUENTA Y SIETE
Nunca habrá poesía hasta que
dejemos de ser. Buscamos el camino, nos guiamos de fuentes y de clásicos,
entendemos que la ruta es la correcta. Pero lo zetético solo aparece cuando hemos
dejado de ser. Solo así seremos en la verdad, en la virtud y en la justicia.
Los indolentes son seres que
dejaron de ser en otra eternidad, y así lo manifiestan. Buscan el silencio de
las palabras y la soledad de las almas o espíritus, de sus propias libertades
de los cuerpos. Han encontrado la verdad.
Desde que abrí una de las dos cajas
misteriosas leo el con-trato cada noche que estoy en casa. Lo permiten las
piedras. Antes de dormir y reclinado en la cama, repito palabra por palabra
todo lo que allí figura. Hay fragmentos que conozco de memoria y los recito con
los ojos cerrados. Otros párrafos intento saltarlos pero la luz lo impide.
Cuando termino he perdido el sueño.
Tomo las 9 piedras. Las recorro con los dedos, las aprieto en la mano. Pierdo
el miedo y pienso en Platón.
La segunda caja posee los recuerdos
de las otras vidas. Siempre viajas de un cuerpo a otro con la segunda caja. No
es visible a los siniestros ni a los acompañantes.
Observo la segunda caja. Toco su
silueta. No he dejado de ser.
Javier Sánchez Menéndez. Libro de los indolentes (sobre la poesía). Ed. Plaza y Valdés. 2016
No hay comentarios:
Publicar un comentario