documentos de pensamiento radical

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jueves, 18 de febrero de 2016

3 poemas de LA ISLA DE CAMARÓN de DAVID PIELFORT



ORO CHAMPÁN

Las palabras se venden juntas
alguien ha visto a un negro y un gitano
dándose tabaco
y habla de igualdad entre flamenco y jazz.

–¡Es que la marginalidad es tan exótica
como el capitalismo!– dijo el Orihuela espantado,
oyendo cómo un cante fragüero 
rebotaba dentro del gin-tonic.

–¡El jazz siempre fue libre... y lo inventé yo! –
dijo Juan Sebastián Bach.

A partir de este pontogromo,
mirando las armonías y ritmos perpétuos
cualquier lector puede pulsar el efegüegüedé
de la cadena musical de oro champán, 
y  esta misma página.



 METAGRANAÍNA ASEGUIRIYADA

Otra vez estalla la guitarra.
Han alicatado el cuarto flamenco de notas
incalculables, hasta el techo,
y nadie puede salir ahora de esa trastienda
convertida en laberinto interesado.

La guitarra ha dado un salto mortal estético,
del prístino acompañamiento
se ha encaramado en Europa,
en orquestaciones de silencios
¿tenemos que creernos que alguien disfruta
de las ediciones de flamenco instrumental
(sin la voz humana) cuando hoy
no se tienen ganas de contemplar pinturas
porque los cuadros ya no se mueven
como los videojuegos? 

Comerse  hipertélicamente
una metagranaína-aseguiriyada
rematada con la coda del derrote sonoro 
y que dura veinticuatro minutos 
es como tragarse todos los discos de Raví
Shankar y Pink Floyd simultáneamente.

El Negro de París me dijo
que el cascabel al flamenco,
se lo había puesto el gitano.

Pero ahora mandan los guitarristas,
de ellos son los cascabeles,
como los que portan los hurones.

–¡Por lo menos se ve un piano!–
gritaba el Chocolate a un cuadro
de Nicolas de Staël.


                                     LA MÚSICA DA MIEDO


El mono toca de memoria.
Sin embargo, la voz
casi siempre ha sido libre
y el flamenco inteligente
siempre ha dado miedo,
a los ricos vivientes
al bodeguero, al embajador,
y ahora a la casta política.

Hasta a la torre Eiffel
se le pone la cara a cuadros
cuando ve venir al Duquende
en la portada del disco.

Recuerden el apuro de Rancapino
explicándole a un alcalde
que él tenía la voz así,
que no andaba con la voz rozada,
que Rancapino no estaba ronco,
ni discapacitado para cantar,
por la noche, en la velada.

–Vomitaduras… –sentenció una soprano.




David Pielfort. La isla de Camarón. Ed. Germanía. 



3 comentarios:

  1. Cuando la Paquera de Jeréz, dejando el micrófono atrás y encajando su pecho en el público, entonaba sus Soleares valientes mientras Parrilla prendía fuego a la madera que los ebanistas nunca pudieron barnizar.

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  2. En algunas venas todavía circulan versos del romancero gitano.

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  3. No sabía que habíais patentado la maquinaria hortícola de todos mis chistes.

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