El
principio de la poesía es la tranquilidad interior, la armonía del
nacimiento pleno. Todo lo demás es externo, y lo externo es
tormento, ausencia de libertad y dependencia. Se escribe en la
verdad, en el amor único.
La
literatura es sacrificio, abnegación sin recompensa. Nunca hay que
buscar la retribución, ahí está la virtud, el mérito. La
literatura es un sacerdocio con principios verdaderos. No sigas el
camino del éxito, lucha hacia la felicidad. El deseo no es un
hábito, es un error repleto de humo.
Las
cosas suceden por sí mismas, sin premeditación. La armonía de la
naturaleza nos sustenta, no la rechaces.
Aquellos
que viajan con interés vivirán en el humo. Vivir en la sabiduría
elimina la culpa, atrae la mansedumbre. El mérito del poeta radica
en la humildad.
Prescinde
de todo aquello, de todo aquel, que viaja hacia el éxito. Lee los
libros clásicos y observa. No te distraigas. El centro indudable
solo admite humildad, silencio y soledad.
Respira.
Los indolentes números 33 y 44 me enseñaron a respirar en lentitud.
Siente el olor del dominio. Escucha tus propios recursos, nada podrá
abrumarte. Es la paz interior, sin éxito. Aleja de ti todo aquello,
todo aquel, que huela a interés. La excelencia personal es la
humildad.
La
palabra poética es razón, la justicia y el acto sin alardes. La
dignidad del poeta es la reputación de su humildad.
Javier Sánchez Menéndez. Libro de los indolentes (sobre la poesía). Ed. Plaza y Valdés. 2016
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