Abro
un piano y te encuentro a ti,
todos
los pianos están llenos de tu nombre
de
veinte años, del humo del tabaco
con
el que pronunciamos
el
blanco amor entre las tizas,
en
la colina ocre, un domingo rojo
de
acampada junto al río.
Bajo
la lluvia el tabaco alumbra las palabras
que
no deben morir bajo la lluvia,
que
nos sujetan como filamentos al rosal
de
la casa encendida de los pájaros estivales.
Llueven
palabras,
sábados
impresos en la piel de los amantes,
perlas
que se atan al cuello con un escalofrío,
costas
perdidas contra el crepúsculo,
vidas
que se marcharon lentamente de tu vida
pero
que fueron preservadas
por
el fuego de la memoria
que
resiste entre las rosas
del
camino que no tomamos.
¿Qué
queda del campo de azúcar que fue tu nombre,
de
tu piel de almendro en flor?
Dices
amor, pero el amor no cabe en las palabras,
en
el agua de este río confuso,
vida
que pasa, días que se achican,
lugares
que se desordenan,
mundo
que gira tiernamente a tu alrededor
esperando
la palabra que lo alumbre, incendie
en
todos los universos de este instante
como
fue entonces.
Equivocas
las palabras de la lengua
con
que se hizo esta casa,
esta
casa que ahora existe
por
encima de su casa verdadera.
Antonio Orihuela. Salirse de la fila. Ed. Amargord, 2015
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