Viorica Balenescu I
somos
un clan
un
grupo
una
comunidad
acabamos
de llegar y estamos
dispuestos
a
sobrevivir
a
costa de lo que sea.
ocupan
la acera
con
sus cuerpos curvados por el peso del hambre
su
rabia manchando
balcones,
farolas, la mirada de los niños
como
una marea negra
que crece
que crece
cansados
de
tanta vida escupen
hoy
por
un trozo más.
Andrei,
un acordeón.
Nedelcu,
un arma escondida entre jirones.
Raluca,
vieja y enferma, boca podrida que desprende
un
hedor insoportable.
[Clava sus uñas en el corazón del
transeúnte y se aproxima
despacio
hacia su rostro].
Radu,
el más joven, los labios prominentes y el cerebro tibio
como
un pájaro enfermo.
Viorica
Balanescu
es
hermosa
con
toda la intemperie posada sobre su piel
reseca
y encallecida,
con
su pelo rubio
recogido
en un moño que deja limpia
una
frente hambrienta de besos.
Siempre
camina muy cerca de un hombre
tendiéndole
una trampa a cada paso.
Su
falda barata dibuja
la
silueta perfecta de su culo.
Su
boca,
con
una gota de saliva prendida de la comisura, oscila
entre
la lascivia y la espera, sus ojos
azules
son
la
boca de un pozo
al
que me da pánico asomarme.
A
veces se postra
con
sus palmas extendidas,
una
sonrisa oculta en el pecho y el asco,
ante
supermercados e iglesias, a las puertas
de
nuestra piedad infinita.
Los
hombres miran su belleza sucia
derramada
por el suelo y desearían
meterle
la polla
muy
despacio
en
la boca
y
agitarla
de
su pelo rubio hasta correrse.
En
su lengua permanece el sabor del semen y sonríe, sabe
que
su rencor es más ácido, tan duro
que
los haría vomitar
si
lo hundiera en sus bocas.
Viorica
Balenescu II
Sus
ojos son
la
boca de un pozo
al
que me da pánico asomarme
oscuro
oscuro
y profundo,
con
agua pestilente en el fondo:
siete
siete
veces me violaron
la
primera
a
los 12 años
fue
mi padre
la
segunda a los 15
fue
uno de los vecinos con los que vivíamos
apiñados
promiscuos
sucios
se
metió bajo mi manta
me
tapó la boca
me
folló por el culo
el
resto
clientes
cuántas
cuántas
veces he bajado la cabeza
he
devorado el pedazo de mierda que os sobraba
me
he mordido los labios hasta hacerlos reventar
he
caminado
con
una soledad inmensa en el vientre
cuántos
cuántos
fetos
he
abandonado en basureros urinarios públicos
cuántos
cuerpos muertos he visto
feliz
feliz
de que no fuera el mío
Yolanda Ortiz. Manotazos en el aire. Ed. Baile del Sol, 2016
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